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El autorrescate, opción única

España está abocada al autorrescate, puesto que no es ni política ni financieramente viable que la Unión Europea pueda soportar el rescate de un país tan grande que, además, abriría la vía a la intervención ulterior de Italia. Pero los efectos de la tranformación económica que precisa la economía para recuperar el crecimiento tardarán, y en tanto, tendrá que mantenerse la vía de rescate blando por parte de las autoridades monetarias por los dos caminos abiertos: compra de deuda y barra libre de liquidez al sistema financiero. Por tanto, recortes para llegar al 3% de déficit y reformas para abaratar los costes y los precios y recuperar el crecimiento. Las demás alternativas ya están ensayadas y no han funcionado.

Los mercados no dejan de arrearle estopa a la deuda española. El bono está otra vez por encima del 6%, con la prima cerca de 440 puntos, a la espera de las subastas del Tesoro de esta semana, unos niveles que dificultan la financiación del Estado, encarecen la de la banca y las empresas y aleja cualquier recuperación de la demanda de crédito. Pero no hay tantas salidas como los analistas dicen, y algunas de ellas, en las que fundamentan las críticas a la política de austeridad del Gobierno, ya están ensayadas y fracasadas.

El mercado ya le ha dicho a España desde la primavera de 2010 que el camino no es elevar el gasto público, salvo que se elevan en mayor proporción los ingresos fiscales, puesto que no va a permitir incrementos del défciit público. España no está en el ojo del huracán por los recortes, sino por no haberlos hecho antes, por haber acumulado durante tres años seguidos déficit fiscales cercanos al 10%, que han supuesto elevar la deuda pública en treinta puntos en tres años, nada menos que 300.000 millones de euros. La política de gasto y déficit creciente ha sido censurada por nuestros financiadores y nos han dejado meridianamente claro que no queda más remedio que volver a la estabilidad presupuestaria y controlar la deuda pública que ya estará en el 80% al cierre de este año, un nivel preocupante para la estructura productiva española y sus posibilidades de financiación.

Los recortes traerán en el corto plazo menor crecimiento. Desde luego. Pero mucho menos de lo que se dice, puesto que únicamente suponen recorte de actividad aquellos que se concentran en la inversión pública y ayuda a la privada. Los efectos sobre el crecimiento de gastar menos en sanidad o educación tiene un efecto mínimo sobre el crecimiento de la economía, y en el largo plazo un recorte del déficit estructural genera mucha menos presión sobre la deuda y su financiación.

Es discutible si el recorrido de ajuste presupuestario es demasiado exigente o no. Parece mucho llegar a un desequilibrio del 3% desde el 8,51% en sólo dos años. Pero cuanto antes estemos en el 3%, antes dará España seguridad a sus financiadores de que pagará sus facturas, esas que componen el dinero adicional que pide cada año, tanto para atender el déficit anual como para la renovación de sus vencimientos de deuda. Y sólo entonces la financiación será asequible en precio y en cantidad.

Las dudas del mercado parece que se concentran más en la solvencia del sistema financiero, cuyas provisiones exigidas podrían ser insuficientes, y terminar pagándolas el Estado. El Gobierno tiene que aclarar cuanto antes cómo resolver esta cuestión, porque sin sistema financiero capitalizado no hay crédito que valga, y sin crédito que valga no hay crecimiento económico, y sin él no hay avance de los ingresos. Y hay que recordar que el Gobierno fía una buena parte del ajuste de las cuentas de 2013 a la recuperación de la economía y de los ingresos fiscales.

Por tanto, autorrescate: reformas, austeridad fiscal y saneamiento de la banca, a ser posible por sus propios medios, pero en un calendario bien cerrado. Y si no los tienen, que lo digan y admitan que el dinero público, estatal o del fondo de rescate europeo, entre en los bancos con déficit de capital y provisiones.

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