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José Moro. Consejero delegado de Bodegas Emilio Moro y Cepa 21

"Toda empresa ha de dedicar cinco minutos a los demás"

Forma parte de la tercera generación de una familia vinícola, pero además dirige una fundación de ayuda social

José Moro (Pesquera de Duero, Valladolid, 52 años) pertenece a la tercera generación de una familia de bodegueros. Desde 2008 dirige además la fundación Emilio Moro, con el fin de atender las necesidades de las personas más desasistidas. Otro objetivo es el de proporcionar el acceso de agua potable a las zonas con mayor carestía de este alimento vital.

¿Por qué nace ese interés por atender asuntos sociales?

"En el sector del vino el intrusismo ha perjudicado, pero el cliente, que es listo y sabio, ya no aprueba a nadie sin pedigrí"

Somos una bodega tradicional, muy involucrada en temas de investigación, desarrollo e innovación en todos los aspectos, y creemos que todo esto tiene una gran repercusión en nuestra imagen de marca, pero también creemos firmemente en ello, en ayudar a los demás, ya que te sientes bien en tus principios y valores. Tengo grabada la imagen que me inclinó a hacer esto. Empecé a ayudar a una asociación de tetrapléjicos y parapléjicos de Valladolid y me emocionaba ver a niños en sillas de ruedas que me daban las gracias por ayudarles, y me di cuenta de que quien tenía que dar las gracias era yo por hacerme sentir lo que me hicieron sentir. Y decidí que como empresa teníamos que ayudar a los demás. No somos una ONG, y también queremos aprovechar que esto tiene una repercusión en nuestra marca.

No es habitual este tipo de acciones en el sector del vino.

No es algo que suelan hacer las bodegas, pero nosotros estamos constantemente reinventándonos, siempre con fuerza, demostrando que nadie va a poder con nosotros. A mí lo que me interesa es buscar cosas que me ilusionan, por ello estamos potenciando la filosofía de bodega, ya que debe haber un triángulo perfecto para lograr un gran vino. En primer lugar, que la uva tenga acidez, grado alcohol, pero también que la bodega tenga historia, que se sienta pasión por lo que se hace y que se sea innovador en todos los aspectos. Nosotros tenemos, desde el punto de investigación, acuerdos con universidades, fomentamos la comunicación en las redes sociales, involucramos a nuestros distribuidores en nuestra manera de hacer las cosas. Toda empresa que se precie tiene que dedicar cinco minutos a los demás.

¿Es buena época para ello?

Es un pilar fundamental ayudar a los demás. Una empresa no va a ir peor por ello. Tengo interés también porque fuera lo están pasando mal, pero aquí también, y ahora quiero conocer la dinámica de los comedores sociales, visitar en primera instancia con el Ayuntamiento de Madrid algunos para ver cómo podemos ayudar.

Usted desde jovencito ayudaba en las tareas agrícolas, comenzó a ganarse un jornal como futbolista, estudió la rama de Química en Formación Profesional y trabajó en el laboratorio PPG Ibérica...

He tenido que buscarme la vida, son experiencias que me han formado y que me han ayudado a ser lo que soy ahora mismo. En 1989 nació la marca de nuestra familia, Famoro CB, que se integró en la Ribera del Duero. En 1990 salió el primer vino Emilio Moro y en 1999 empecé a diseñar el vino Cepa 21, más potente, más alegre, frutal. Lo creamos porque había una revolución vitivinícola y varios componentes que aceptaban otra forma de elaborar el vino, y dimos entrada a amigos nuestros en el accionariado, como Imanol Arias o Ronaldo.

¿Ha habido intrusismo en el sector del vino en los últimos años?

La profesión de bodeguero no ha sido bien valorada, cualquier profesional está mejor valorado. La mayoría hemos heredado unos conocimientos, una pasión, un saber hacer, fundamental para hacer buen vino. Todo este intrusismo ha perjudicado más que beneficiar, pero el cliente, que es listo y sabio, ya no aprueba a nadie que no tenga ese pedigrí.

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