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Tribuna
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Si la eólica funciona, ¿por qué pararla?

Desde hace algo más de dos años, a los que trabajamos en el sector eólico en España y nos toca viajar al extranjero nos cuesta explicar la situación doméstica. ¿Qué ocurre en vuestro país?, nos preguntan extrañados. ¿No os dais cuenta de que corréis el riesgo de perder competitividad a nivel mundial en un sector con un enorme potencial si no fijáis pronto unas reglas del juego que permitan seguir atrayendo la inversión y darle así continuidad al sector industrial?, nos dicen. Sí, contestamos nosotros. Pero, por alguna razón, en la cacofonía de la crisis económica, es difícil trasladar el mensaje de que el eólico es un sector que ayuda a la economía. ¿Cómo es posible?, insisten, si la energía eólica es considerada un motor económico en Alemania, Estados Unidos, Brasil, China, etcétera. Y se trata de un sector innovador, creador de empleo sostenible, y ese es el principal problema de España...

Sin duda, que esto se entienda es el principal reto de nuestro sector hoy. España vive una crisis económica sin precedentes y la situación exige que todos hagamos sacrificios y encontremos soluciones imaginativas a nuevos y viejos problemas. Por eso, nosotros queremos sentarnos a dialogar con el Gobierno sin ideas preconcebidas para diseñar un sistema que sea sostenible para la economía española y que garantice la supervivencia de nuestro sector. Porque eso es lo que está en juego: una industria que da empleo a más de 30.000 personas, exporta tecnología por más de 2.000 millones de euros anuales, y evita importaciones de combustibles fósiles por cerca de 2.000 millones, con lo que contribuye a frenar el déficit por cuenta corriente.

El sector eólico lleva mucho tiempo soportando con paciencia una insostenible situación de incertidumbre regulatoria: el anterior Gobierno había prometido que en 2010 habría un nuevo marco regulatorio para llegar hasta 2020 y ahora, en 2012, lo único que hay es un parón indefinido. Como consecuencia, se han cerrado fábricas y se han destruido miles de empleos. Los fabricantes de aerogeneradores, esos que hacen que en el mundo se mire la tecnología española con admiración, se están viendo obligados a vender su producto fuera de España. Y esa es una situación que no puede mantenerse mucho tiempo: si el mercado eólico español se para hoy, cuando España quiera recuperarlo en unos años para poder cumplir los objetivos europeos o porque no pueda pagar la cada vez más elevada factura de los combustibles fósiles, lo más probable es que se vea obligada a comprar los aerogeneradores en otros países.

Los promotores de parques, esos que han sido claves en la revitalización de tantos y tantos municipios de España, también están pensando en si vale la pena seguir invirtiendo. Ya han invertido en nuestro país más de 20.000 millones de euros -el equivalente al PIB de Guatemala- y tienen previsto invertir otro tanto de aquí al año 2020 si la regulación lo permite. Pero el dinero ahora es desconfiado y selectivo. Y unos países compiten contra otros para atraer la inversión de un sector que genera riqueza y empleo.

Sabemos que el Gobierno tiene que parar esa bola de nieve en la que se ha convertido el déficit de tarifa. Pero tiene que entender que la eólica no es el problema -en 2011 ha recibido menos primas que en 2010 por lo que ha ayudado a contener su crecimiento- y no debería ser el grueso de la solución. Además, sabemos que la aportación de la eólica a la economía supera con creces el coste de los incentivos que percibe: en los últimos cinco años, por cada euro que ha recibido en forma de primas, le ha aportado tres a la economía. Y es la energía del futuro, porque el viento es nuestro -no hay que importarlo de países geopolíticamente inestables- y no se va a agotar.

Confiamos en ser capaces de trasladarle al Gobierno el potencial que tiene este sector de cara a contribuir en la salida a la crisis y así encontrar juntos la mejor solución. Con la misma dosis de sabiduría económica demostrada al no aplicar retroactividad a la eólica, el Ejecutivo estaría ante el reto de diseñar un marco regulatorio con mecanismo de mercado que refleje el grado de madurez y competitividad de la eólica y que aporte crecimiento y empleo a la economía del país.

Heikki Willstedt. Director de Políticas Energéticas de la Asociación Empresarial Eólica (AEE)

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