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Presupuestos 2012
Tribuna
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Medidas de ajuste y disyuntivas

Junto con otras medidas de ajuste hasta ahora aprobadas, los Presupuestos constituyen un esfuerzo importante en la búsqueda de credibilidad y confianza que precisan las cuentas públicas españolas. En todo caso, no se puede descartar más medidas de calado en el futuro, ya que con el ahorro estimado de 27.300 millones de los actuales Presupuestos no es fácil la consecución del objetivo de déficit del 5,3% del PIB para 2012. Lograrlo puede requerir generar un ahorro fiscal de, al menos, hasta unos 50.000 millones de euros porque no basta solo calcular aritméticamente qué parte estructural del déficit debe reducirse y cuánto ahorro se requiere para ello sino un componente cíclico muy importante. En particular, este componente cíclico supone asumir que, en recesión, los llamados estabilizadores automáticos se ponen en marcha, sumando al déficit en partidas tan importantes como los subsidios de desempleo y por ingresos fiscales menores de los esperados.

Otras iniciativas seguirán porque el Gobierno es consciente de ello y ya ha anunciado nuevas acciones para el mes de abril. Lo que habrá que ver es su alcance. Aun teniendo en cuenta esta necesidad de nuevas medidas, resulta tentador situarse en un planteamiento crítico respecto a los Presupuestos pero conviene también recordar las importantes disyuntivas a las que se enfrenta el Gobierno para la consolidación de las cuentas de las Administraciones públicas españolas. En este sentido, aun cuando los presupuestos en sí mismos no logren el objetivo de déficit -esta sería una primera crítica fácil-, no hay duda que son los más austeros de la democracia e incluyen recortes tan importantes como rebajas en el gasto disponible para los ministerios del 16,9%, mayor del esperado y afectan partidas muy sensibles al crecimiento y la innovación, como, por ejemplo, los recortes en investigación y ciencia, elemento este último del que discrepo totalmente.

Otra crítica fácil -pero desde la perspectiva opuesta- es que con estos ajustes, manteniendo lo demás constante, solo se conseguirá agravar la recesión. Una vez finalizado el tira y afloja con Bruselas, España no parece tener más opción que optar por un menor crecimiento a corto plazo para lograr credibilidad y confianza por parte de los socios europeos y mercados.

Cuestión distinta es qué partidas de gasto y de ingreso pueden alterarse para lograr un presupuesto austero. En este punto, la filosofía de incidir más en aquellas partidas que menor impacto (negativo) tengan sobre el crecimiento económico parece, como señala el Gobierno, lo más adecuado. En este sentido, entre los aspectos más discutidos estos días ha estado el capítulo de ingresos. El más controvertido tal vez ha sido el de la llamada amnistía fiscal. Resulta una medida que causa desagrado a cualquiera pero nos encontramos en una situación en la que hay que buscar ingresos hasta en las piedras. Además, los acuerdos fiscales internacionales recientes parecen favorecer este tipo de recaudación.

Asimismo, parece adecuado que, una vez que las familias ya han asumido desde diferentes vías -entre otras, el IRPF- parte del esfuerzo fiscal, las grandes empresas contribuyan también significativamente. Por eso, es pertinente la eliminación de algunas de las deducciones del impuesto de sociedades para estas corporaciones, acercando, de este modo, su tributación nominal a su tributación efectiva.

Se ha llegado a un punto, en definitiva, en el que cada vez va a ser más evidente el dolor de una operación sin anestesia que es avanzar de forma rápida, y drástica hacia el equilibrio fiscal en medio de una recesión. Hubiera sido deseable más comprensión desde Bruselas. Pero esa disyuntiva parece no existir por ahora. Ahora lo que toca al Gobierno es seguir pensando y decidiendo cuál será el próximo esfuerzo para acercarse al objetivo de déficit fijado y, a la vez, evitar, una grave recesión.

Santiago Carbó Valverde. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad de Granada

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