¿Puede España aprender de Israel en innovación?
Vamos a hablar de innovación y espíritu emprendedor. De cómo un país como España requiere de estas capacidades especialmente en este momento de atonía económica y destrucción de empleo y de cómo un pequeño país, Israel, cuenta con la mayor concentración de innovación e iniciativa empresarial del mundo.
Con tan solo siete millones de habitantes, Israel tiene más empresas que cotizan en el índice Nasdaq que todo el continente europeo. El gasto más alto en investigación y desarrollo del mundo en porcentaje de producto interior bruto (PIB). Es el único país que, de manera sostenida y creciente, atrae inversiones de capital riesgo a pesar de la crisis financiera internacional de los últimos años.
Y tiene también la tasa más alta de start-ups del mundo -una por cada 2.000 ciudadanos israelíes-, entendidas como iniciativas empresariales de alto crecimiento que utilizan talento especializado.
En la construcción de esta realidad hay un aspecto que sobresale por encima de decisiones políticas o administrativas: Israel ha desarrollado una cultura de innovación incomparable a la de España.
No se trata de una cuestión de talento; España cuenta en la actualidad con la generación de jóvenes más formada de su historia, con un gran número de personas con una excelente preparación, universitaria o técnica, tanto en humanidades como en ciencia y matemáticas y, en muchos casos, con conocimiento de idiomas. Es más que el talento o la formación.
La cultura de innovación está ligada a la perseverancia en los proyectos, al trabajo en equipo y a una actitud de aceptación del fracaso como experiencia valiosa para el éxito futuro.
La iniciativa empresarial es el valor diferencial más importante de Israel. No es que los israelíes sean inmunes al alto índice de fracaso de las start-ups. Sin embargo, la cultura israelí refleja una actitud única ante el fracaso: en vez de estigmatizarlo y marginar a los emprendedores que fracasan, consigue que regresen al sistema para que utilicen su experiencia de manera constructiva y lo vuelvan a intentar. Mientras que los riesgos hayan sido asumidos de manera inteligente, y no imprudente, siempre hay algo que aprender.
De hecho, un conocido estudio de la Universidad de Harvard demuestra que uno de cada cinco emprendedores que fracasaron con su anterior empresa triunfará en su siguiente start-up, un porcentaje de éxito superior aquellos que emprenden por primera vez.
Para Israel, la innovación es una necesidad, derivada de sus condicionantes geoestratégicos. En España la crisis económica también nos ha enfrentado a la necesidad de innovar. No es ya una opción. El colapso del sector de la construcción de los últimos años nos ha mostrado que nuestro crecimiento -en definitiva, nuestra prosperidad- dependía de una burbuja especulativa y no de la productividad, que constituye el sustrato del crecimiento continuado.
Y como ha puesto de relieve el premio Nobel de Economía Robert Solow, la innovación es la principal fuente de productividad. Así pues, este es el reto de España: aprender las herramientas de la innovación y crear nuevas industrias basadas en el conocimiento dentro del mundo de la energía, la tecnología, la biotecnología y otros sectores científicos.
La innovación es el impulso que necesitamos para el crecimiento. Y, como señalan los autores de Start Up Nation, en un mundo que busca la clave de la innovación, Israel es el lugar al que acudir.
España necesita innovación, Israel la tiene. Llegar a comprender de dónde surge esta energía para emprender, hacia dónde dirigirse, cómo mantenerla y qué podemos aprender en España de la nación start-up por excelencia es una tarea esencial en la hora actual.
Alvaro Albacete / Alberto Benbunan. Embajador y Director del consorcio público Sefarad-Israel / Presidente del Jewish Business Club