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Día 97 de la era Rajoy, huelga general

Ni los cien días de rigor y cortesía han concedido los sindicatos al Gobierno de Mariano Rajoy para desatar el conflicto social: el día 97, el 29 de marzo, huelga general. Tras asegurar el 13 de febrero, nada más conocer el contenido de la reforma laboral, que no entrarían al primer trapo que les pusiese el Gobierno, han decidido desenterrar el hacha de guerra y, "sin atender a calendarios políticos", según expresión textual del líder de Comisiones Obreras, poner en marcha la maquinaria para la huelga general que Rajoy estaba seguro de tener que encajar. Es la primera vez en la historia de la democracia que se convoca una huelga general en plena campaña electoral.

El Gobierno ha aprovechado los cien primeros días de su gestión para poner en marcha un intenso programa de reformas que movilice la paralizada actividad económica en España. La población demandaba celeridad e intensidad, y la ha tenido: ajuste fiscal severo; saneamiento intenso del sistema financiero; aclaración del estado de las cuentas públicas; aplicación de un mecanismo para que las administraciones públicas paguen a sus proveedores los 40.000 millones de euros que deben; creación de un mecanismo de dación en pago para los hipotecados en situaciones más dramáticas; reforma laboral integral; elaboración de un cuadro macro realista; ... y presentación de los Presupuestos de 2012 el día 30 de marzo. Todo ello en los 98 primeros días de gestión, desde que el 23 de diciembre Rajoy hiciese pública la composición de su gabinete.

Pero los sindicatos, cambiando de opinión sobre su criterio inicial acerca del calendario de huelga, han acelerado la maquinaria para forzar una negociación ulterior. Tal negociación solo se producirá si la huelga es un éxito, que bien pudiera serlo, puesto que el cambio de la normativa laboral es muy radical, tanto, como grave es la situación del mercado de trabajo. Los sindicatos están desgraciadamente obligados a hacer una huelga general, puesto que la han convocado en otras ocasiones contra modificaciones muy livianas. Por tanto, de oficio, debía haber huelga general. En términos sindicales, parece argumentada. Otra cuestión es si social y económicamente tiene justificación ahora una huelga general.

Servidor estima que no es el momento, que no estamos para huelgas generales en un país con 5,2 millones de parados, la economía paralizada, y la espada de Damocles de la falta de financiación sobre nuestras cabezas. Sí hay motivaciones sindicales, desde luego; pero sospecho que las hay también políticas, y que veremos en los próximos días y semanas que ni siuquiera quienes la han convocado, las disimulan. Qué casualidad que la pirotecnia de la huelga y la traca final coincida con la campaña electoral andaluza y asturiana y con las propias elecciones.

El PSOE tiene mucho que perder si no renueva su gobierno en Andalucía, que ahora tiene perdido, aunque el PP parece que no llegará a la mayoría absoluta. Pero quienes tienen mucho más que perder son los sindicatos, que tienen miles de cuadros sindicales y liberados engrasados con el dinero público de la administración andaluza. El PSOE, que hace unos meses decía que las huelgas generales no resuelven nada, en el mejor de los casos guardará ahora silencio, aunque en silencio moverá los hilos para el éxito de la huelga general. Porque las huelgas generales, no nos engañemos, aunque tengan motivaciones sindicales, son siempre movimientos de desgaste político del Gobierno. Eso si: esta es la primera vez que se convoca una huelga general en plena campaña electoral.

Los sindicatos deberían ponerse a negociar ya. Pero aunque tienen abierta una vía de diálogo, a juzgar por lo que comentó el viernes la vicepresidenta SSS, seguramente la abortarán o despreciarán, porque la liturgia de la huelga no aconseja otra cosa. Y el Gobierno, atrapado ya por una normativa aprobada por las exigencias del guión económico y político, debe tratar de buscar alguna salida negociada, alguna ventana para que los sindicatos hagan suya, hasta donde puedan, una parte de la reforma. Porque después de la reforma, y después de la huelga, hay que convivir, y hay que sacar al país de la crisis.

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