Elecciones USA: una visión global
El autor analiza el complejo escenario de la carrera a la presidencia de EE UU. Barack Obama ha visto crecer su índice de popularidad, pero su actual conflicto en materia de libertad religiosa puede pasarle factura.
En La reinvención de Obama sostengo que si Barack Obama quiere ser elegido para un segundo mandato, debe imitar lo mejor de Ronald Reagan (su carisma) y de Bill Clinton (la política económica: mayor crecimiento y creación de empleo en 70 años). Según Gallup, una inmensa mayoría de norteamericanos piensa que Reagan y Clinton son los mejores presidentes de los últimos 50 años. Obama aún tendrá que esperar para que la historia le juzgue. Esta teoría se la aplica George Bush hijo a sí mismo: dejó la presidencia con el peor índice de aprobación de la historia moderna y dice en sus memorias (Decision Points) que espera y desea que la historia le juzgue mejor que sus contemporáneos. Le entiendo.
¿Tiene posibilidades Obama de ser reelegido? Las elecciones tendrán lugar el 6 de noviembre. Todas las encuestas dicen que, de celebrarse hoy las elecciones, Obama ganaría a los principales oponentes republicanos: a Romney, por 6,1 puntos, a Santorum, por 8,4, y a Gingrich, por 13,9. El índice de aprobación de Obama ha mejorado en los últimos seis meses, superando, por vez primera, el índice de desaprobación: 49% versus 46,8%, respectivamente.
Y, con certeza, Obama estaría en mejor posición de no haberse enfrentado con una parte importante de su propio electorado: católicos (29,7% de la población) e hispanos. Su enfrentamiento con las iglesias (católica, ortodoxa, protestante de diversas denominaciones, calvinista, luterana y judía ortodoxa) a cuenta de la contracepción -incluida en la reforma sanitaria- no le ha beneficiado electoralmente: los republicanos han aprovechado la coyuntura y parte de su electorado demócrata se ha sentido ofendido.
En el caso de los latinos, por partida doble: supondrán un 14% del electorado el 6 de noviembre; son 50 millones de ciudadanos legales y 15 millones ilegales. Mayoritariamente son católicos. La polémica de la contracepción les ha tocado la fibra sensible de sus creencias (para la sociología americana la cuestión no era la contracepción en sí misma, sino el sagrado principio constitucional de la libertad religiosa) y su apoyo al presidente ha descendido 10 puntos: del 67% al 57%. Además, han pasado cuatro años desde que Obama les prometió la reforma de la inmigración. Los latinos se preguntan: ¿para cuándo?
Hoy, Obama tiene el apoyo del 85% de los demócratas; un 10% de conservadores moderados le votarían y, sobre todo, el 40% de independientes están a su favor. El 41% de los blancos, el 57% de los latinos y el 91% de los afroamericanos son pro-Obama.
La favorable, aun moderada, mejora de la economía está ayudándole (al igual que la división del bando republicano): durante seis meses se ha creado empleo neto, a un ritmo medio de 145.000 puestos de trabajo mensuales en el sector privado; la petición de subsidios de desempleo desciende: la tasa de paro es del 8,3%, acercándose al 8% que prometió en 2008.
Los datos relativamente positivos se reflejan en el índice de confianza de la Universidad de Míchigan: aumento de 20 puntos desde el verano de 2011 hasta hoy. Espero que el dato de febrero sea del 72,5. Los mercados de valores, que ya no se sabe si son indicadores de algo o de nada, viven un buen momento: el índice S&P experimenta su momento más álgido desde la caída de Lehman Brothers (2008). Han aumentado la producción industrial y las exportaciones.
El gran socio y enemigo, al mismo tiempo, ideológico, económico, geoestratégico y militar de Estados Unidos, China, muestra mayor sintonía con Norteamérica en lo que más preocupa a los norteamericanos: la economía (y el desempleo). El vicepresidente chino, Xi Jinping -futuro presidente de China a partir de noviembre- ha mostrado más sintonía con América que el actual presidente, Hu Jintao. A pesar de que China (como Rusia) se niega a imponer más sanciones económicas a Irán para que deshaga su programa nuclear y (al igual que Rusia) se opone a Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU a cuenta de Siria. China da una de cal y otra de arena.
Pero en política internacional, al igual que en la gestión medioambiental, los americanos dan a Obama índices favorables: 52% y 51%, respectivamente. Por ahora, las relaciones internacionales no son el foco fundamental de la campaña electoral. Hasta hace bien poco lo eran la economía, el desempleo y los impuestos: ni Obama quería aparecer como un inútil ni los republicanos del Congreso como meros obstruccionistas: juntos han aprobado extender hasta final de año las exenciones fiscales para todos los contribuyentes (afecta a 160 millones de trabajadores) e, igualmente, los subsidios de desempleo para parados que buscan activamente empleo (11 de los 15 millones de parados).
El campo republicano parece una montaña rusa de duelos. Romney, con el apoyo del aparato del partido, e invirtiendo 10 veces más dinero que sus competidores, parecía ser el inevitable ganador. Sus victorias en Nevada y Florida le encumbraron. Gingrich parece olvidado. Ron Paul nunca fue una opción. Santorum, que no tiene dinero, sino principios católicos muy sólidos, está atrayendo a evangélicos, Tea Party y conservadores de todas las denominaciones. Dio la gran sorpresa al ganar, contra pronóstico, en Colorado, Missouri y Minnesota, donde no había gastado un solo dólar, pero había recorrido los estados en camioneta, mientras Romney había invertido una fortuna en publicidad. Ni siquiera la victoria en Maine (11 de febrero) fue consuelo para Romney.
El 28 de febrero, los republicanos vuelven a enfrentarse en Arizona y en Míchigan, estado natal de Romney, donde su padre fue gobernador seis años en los sesenta. Romney ha invertido en publicidad 2,1 millones de dólares en Míchigan. Santorum, 42.443 dólares. Sin embargo, todas las encuestas dan por ganador a Santorum y no a Romney: 37% versus 28,8%.
¿Ganará el dinero o las ideas más conservadoras? Si Romney pierde Míchigan, cuando menos, habrá de hacer dos cosas: primero, despedir a su tesorero. Segundo, pegarse un tiro en la rodilla.
Jorge Díaz-Cardiel. Socio Director de ADVICE Consultants. Autor de 'Obama y el liderazgo pragmático' y de 'La reinvención de Obama'