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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La Bolsa anticipará el futuro de España SA

Las crisis prolongadas, que paralizan las revalorizaciones continuas de los activos financieros, son el mejor momento para recordar que el principal motor de las plusvalías bursátiles es el crecimiento económico. Pese a las invasiones de otras fuerzas menores -reales o psicológicas, que generan movimientos a veces espasmódicos, pero limitados-, en las Bolsas únicamente es el crecimiento sostenido de la actividad económica el que construye expectativas suficientemente sólidas como para mantener tendencias alcistas. Episodios críticos puntuales pueden quebrar temporalmente la tendencia, pero si hay un sustrato de demanda consistente que mantenga el avance del beneficio de las compañías, su valor de cotización replica la misma tendencia. Cierto es que la Bolsa tiene la particularidad de anticipar con unos cuantos meses de antelación las tendencias de la actividad económica y corporativa, pues los operadores y el capital detectan mejor, por el alto grado de información de manejan, los puntos de giro de los ciclos, tanto al alza como a la baja.

Esa circunstancia podría estar produciéndose ahora en las Bolsas europeas y, en menor medida, en el Ibex, que tiene que testar un ciclo económico más retrasado por el paso ligeramente cambiado con el que se desenvuelve España. Desde el primero de enero los índices de los grandes países manufactureros europeos acumulan ya una revalorización muy apreciable, especialmente el alemán, el holandés y el francés, y en menor medida el italiano, mientras que el español camina ciertamente rezagado, pese a haber perdido un 17% en 2011. ¿Descuentan los inversores una recuperación rápida y consistente en Europa?

Seguramente las condiciones para ello han comenzado a converger, pese a que existen retrasos muy importantes en algunos sectores (el financiero) en unos cuantos países (España, Italia, etc.), y que podrían aflorar una vez que los problemas con Grecia comenzasen a resolverse, pese a que tal solución tendrá siempre un carácter temporal, no definitivo. En el caso de España, de los cuatro activos básicos y tradicionales en los que se aloja el patrimonio de los hogares (Bolsa, bonos, vivienda y simple liquidez), seguramente la renta variable es la que contiene ahora mayor expectativa de revalorización, porque también ha sido la que más ajuste ha encajado, pese a contar en sus índices con compañías bien capitalizadas, con caja y liquidez, con dividendos recurrentes, con diversificación geográfica y con planes de futuro muy claros.

La renta variable española ha tenido un comportamiento mucho más negativo que la de otros países, pese a la calidad de sus activos, por la mala y tardía gestión de la recesión que ha practicado España, por el deterioro que ha alcanzado un sistema financiero con unos balances muy sesgados hacia el crédito inmobiliario y por la tardanza en admitir que la economía precisaba medidas más profundas que las aplicadas en los últimos años.

España SA ha mejorado su imagen en el exterior con una reforma financiera que refuerza la solvencia y con una reforma laboral que europeíza las relaciones industriales tras casi 40 años de resistencia posfranquista de los sindicatos y, en parte, de las patronales. Además, aunque faltan cartas por enseñar, como el Presupuesto de 2012 que tiene que concluir el ajuste fiscal, desde el primero de enero los mercados conocen que el Gobierno tiene un propósito firme de llevar hasta el 3% el déficit fiscal en 2013, pese a que el desequilibrio haya terminado en 2011 en el 8%.

Estas tres reformas, junto con otras que pueden parecer menores pero que son fundamentales para cerrar el círculo de la solución económica, deben recomponer la percepción que del país tienen los financiadores para abaratar los préstamos al Estado y, con él, a sus agentes privados, así como recomponer la confianza interna, hoy en suspenso por la sangría de empleo, que debe parar más pronto que tarde. Logradas ambas cosas, el camino a la recuperación será cuestión de meses, y seguramente antes los precios de las compañías cotizadas comenzarán a anticiparlo, convirtiéndose en un medio de recomposición de la renta disponible de los agentes privados, tan devastada por una crisis interminable.

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