Los sindicatos buscan una ventana para negociar
Los sindicatos tienen que aprovechar cuantas oportunidades les dé el Gobierno de renegociar la reforma laboral. El interés que han puesto hasta ahora ha sido limitado como para entrar en cambios del calado de los aprobados pro el Gobierno. Ahora la nueva norma está en vigor y solo puede suavizarse. Los sindicatos deben negociar para corregir algunos agujeros negros que pueden provocar arbitrariedades empresariales, y, sobre todo, para hacerse partícipes de los cambios y evitar una huelga general que nadie, ni ellos, quiere.
A diferencia de gobiernos anteriores, que forzaban la máquina de la negociación esperando milagros de los sindicatos, que nunca han estado dispuestos a hacer concesiones aunque la situación de la economía y la sociedad, y la empresa en la que trabajaban, fuese crítica, el de Rajoy ha advertido desde que llegó que haría una reforma profunda y que no esperaría eternamente las negociaciones. Así, la reforma, que realmente es profunda, tanto que puede hablarse de una verdadera reforma laboral después de décadas, ya está en vigor.
Ahora sólo queda avalarla en la negociación con sindicatos y patronal, si es que la hay, y en la tramitación parlamentaria. Los sindiactos y la patronal, conscientes como son del valor que tiene una modificación de la normativa tan honda cuando es negociada, deben sentarse con el Gobierno, que les ha invitado a ello, para corregir los excesos, si consideran que se han producido. Los sindicatos, en un ejercicio de responsabilidad inusual, no han reaccionado a la brava tras ver el Real Decreto. No han convocado huelga general. Pero no lo han hecho porque crean que no pueden aceptar que sea Rajoy quien ponga la fecha; no lo han hecho porque la sociedad no quiere una huelga general, y es conciente de que se precisan cambios normativos para abrir la espita del empleo.
Los sindicatos deben utilizar esta ventana de oportunidad que les da el Gobierno para acercarse a la nueva norma y corregir aquellos aspectos más duros de la reforma, aquellos que puedan haber excedido la flexibilidad empresarial para dar paso a la arbitrariedad empresarial en el ajuste de plantillas o de las condiciones de trabajo en un colectivo. Los sindicatos han perdido prerrogativas en este proceso, y deben rescatar algunas de ellas para poder hacer suya la reforma, sobre todo en materia de despidos colectivos y de convenios colectivos. En ambos casos han perdido parte de la capacidad de gobierno, y está bien que quieran recuperarlo en parte.
Los sindiactos tenían excesivo poder para sus niveles de representatividad (afiliación) en las empresas, proque la Ley Orgánica de Libertad Sindical (LOLS) les concede el poder sin más. Ahora deberán reforzar la afiliación y la conquista de delegados sindicatos si quieren tomar parte en el gobierno de los procesos industriales internos de las empresas, sobre todo de aquellas que componen el tejido industrial del país, que son mayoritariamente de pequeño tamaño. No les vendrá mal, y seguramente crecerán en afiliación.
El empresario dispone desde el sábado de manga ancha para hacer y deshacer en su empresa, tanto en salarios, jornada como despidos, si sus cuentas no cuadran. Pero no puede convertir este poder en un ejercicio arbitrario de gestión laboral. Si hay aspectos en la normativa nueva muy desequilibrados, deben corregirse. Hacrelo por negociación sindical sería un triunfo para UGT y CC.OO. El resto de cuestiones aprobadas en la reforma (cuantías indemnizatorias, expedientes en emporesas públicas, etc.) no admiten discusión.