Un escudo industrial frente a las crisis
Desde que el pasado 31 de enero el nuevo ministro de Industria, Energía y Turismo, José Manuel Soria, dibujara las grandes líneas de actuación de su departamento, en el sector industrial se aguarda con expectación el momento en que la letra pequeña de esa hoja de ruta salga a la luz. En su primera comparecencia en el Congreso de los Diputados, el nuevo ministro aseguró que el Gobierno quiere apoyar con especial celo a un grupo de elegidos de potente valor estratégico. Se trata de los sectores naval, de automoción, componentes, aeronáutico, calzado, defensa, textil, farmacéutico, madera y corcho, metal, productos químicos, siderúrgico y papel.
Pero aunque Soria ha clarificado el quién, no ha explicado el cómo. Y pese a que Industria sigue sin desvelar ese extremo, en los sectores afectados se apunta a dos posibles vehículos como forma de canalizar el apoyo. Por un lado, la concesión de ayudas dirigidas a incentivar la compra en mercados fuertemente castigados por la caída del consumo; es el caso del sector del motor, que desde 2007 a 2011 ha experimentado un descenso del 50% en sus ventas. Por otro, la posibilidad de que las palabras del ministro se refieran al Plan de Competitividad de Sectores Industriales Estratégicos que elaboró el anterior Ejecutivo y cuya edición para este año no llegó a cerrarse debido al adelanto electoral. El tipo de ayuda que contempla este último plan se ciñe principalmente a créditos blandos para promover la investigación de nuevos procesos productivos o de nuevas gamas de productos.
Parece evidente que en un contexto de dificultad económica extrema y horizontes plomizos, cada sector industrial tiene una abultada lista de prioridades y peticiones específicas para el Gobierno. Pese a ello, existen unas líneas maestras que dibujan lo que ahora mismo las empresas españolas esperan de este Ejecutivo: un apoyo decidido a las exportaciones -con promoción efectiva de la marca España-, una simplificación de la legislación, un marco fiscal ventajoso y un conjunto de medidas que descongestionen el acceso al crédito, además de ayudas para reavivar el consumo.
Aún a falta de conocer los detalles y la letra pequeña del anuncio de Soria, la puesta en marcha de un plan de apoyo al tejido industrial no solo resulta una buena noticia, sino una noticia necesaria y urgente. A estas alturas de la crisis y tras el fracaso del modelo de crecimiento que España ha alimentado y mantenido durante los últimos años, nuestra industria necesita crecer y desarrollarse de forma sólida y competitiva. Un desarrollo que no debe realizarse a ciegas o únicamente a instancia de parte, sino abordarse con una visión estratégica y de conjunto clara y bien definida. El Gobierno tiene el deber de escuchar con receptividad las necesidades específicas de cada sector, pero también ha de calibrar con objetividad y criterios de eficiencia el modo más adecuado para contribuir a reforzar tanto a cada uno de ellos como a la economía española en su totalidad.
En una época fuertemente marcada por las exigencias de austeridad fiscal, toda ayuda directa debe ser estudiada cuidadosamente y concedida bajo condiciones tasadas y con expectativas de retorno. Menos problemáticas resultan otras vías, como la abolición de la sobrerregulación patológica que ahoga a las empresas españolas, la promoción decidida y armonizada de la marca España desde todos los ministerios y embajadas o la puesta en marcha de incentivos fiscales que favorezcan el crecimiento y la contratación. En la lista de sectores que el Gobierno contempla ayudar coexisten verdaderos pesos pesados dentro del tejido industrial junto a mercados que disponen de un amplio recorrido para desarrollarse de cara al futuro. Ambos modelos constituyen dos grandes perfiles en los que es necesario invertir y por los que vale la pena apostar. No solo porque la industria supone en estos momentos un factor clave para tirar de la economía y sacar a España de la hondonada en que está sumida, sino porque necesitamos un blindaje industrial fuerte, eficiente y sostenido que nos permita afrontar futuras crisis con menos daños directos y colaterales y más posibilidades de éxito.