To Greece or not to Greece
Una vez más, un día clave para la eurozona que empezaba sin acuerdo y termina con un presunto pacto. Ya da pereza hasta escribirlo, se lo aseguro. Este culebrón griego empezó, recordémoslo, a finales de 2009. Hoy, como comentaba ayer el Twitter, lo que se suele decir es que Grecia debe suspender pagos. Pero, hasta donde yo sé, dejar de pagar el 70% de la deuda se parece bastante a suspender pagos.
No es ese el tema. El tema es si suspende pagos de forma ordenada o desordenada. Y, en consecuencia, si se rompe el euro o no se rompe el euro. Y quién paga todo este destrozo. Y qué pasa con los otros países que están bajo el foco de los mercados. Todo eso es lo que está sobre la mesa, y los tira y afloja de los últimos días, pequeñas escaramuzas dentro de un teatro de operaciones mucho más amplio.
Si Grecia no recibe el rescate, tiene que suspender el pago de sus bonos. Entra en impago, lo que corta de un día para otro cualquier financiación privada externa (si es que tiene alguna, cosa que dudo). Es dudoso que, si Grecia entra en impago como consecuencia de su desacuerdo con la troika, el Banco Central Europeo siga financiando al país. En ese contexto, Grecia debería volver al dracma y financiar a sus bancos al estilo islandés.
Algo que, en cierto modo, ya puede estar haciendo. Ayer FT Alphaville recogía un informe de UBS en el que apuntaba que Atenas ya tiene cuasidinero propio: los pagarés con los que paga a los proveedores de suministros sanitarios. Estos papelitos los han cambiado estos proveedores por euros, con descuentos del 26%.
El diario Ekathimerini, que informaba del hundimiento de la recaudación (un 8,9% cuando se presupuestaba un 7% arriba), explica que esto se debe, en gran parte, a la escasez de liquidez. Por decirlo de forma sencilla: en España nos quejamos de que no hay crédito, pero en Grecia no hay dinero. Y, si as empresas tienen que soltar efectivo, preferirán dárselo a aquellos proveedores sin los que no pueden sobrevivir. Los euros se guardan cual tesoro. Lógico, ¿no?
La derivada, que ya hemos comentado en ocasiones, es que a medida que la salida de Grecia del euro es más verosímil, atesorar euros es más apetecible. Y no en los bancos, por lo que pueda pasar, sino debajo del colchón. Es más, en las últimas semanas la salida de Grecia del euro parece haber dejado de ser un tabú, como comenta Ambrose Evans-Pritchard en el Telegraph, citando a Willem Buiter de Citi. Este economista cifra en 50-50 las probabilidades de ruptura de la moneda. La reticencia griega a aceptar más recortes (ojo con la votación en el Parlamento del segundo rescate), el menor miedo en Europa a romper el euro y la propia dinámica de las crisis monetarias (la emisión de cuasidinero, el atesoramiento y la fuga de depósitos), son todos factores que alejan a Grecia del euro
Ahora bien, la cuestión es ¿qué pasa con el resto de Europa? Porque, básicamente, Europa no ha querido que Grecia saliese del euro no tanto por la exposición de la banca a este país como por el riesgo de que tras Grecia vaya Portugal, y así sucesivamente. Solo una acción masiva del BCE y el compromiso de emitir eurobonos podría, en último caso, contener la hemorragia. Pero se hace difícil pensar que, con el caldo de cultivo creado durante los dos últimos años en Alemania, eso sea posible.
En otras palabras, Grecia es hoy el sujeto de la noticia, pero el problema de fondo de la zona euro no es Grecia, sino intentar mantener la zona euro sin corresponsabilidad fiscal ni un banco central que actúe como garante eficaz de la estabilidad monetaria. Si no se solucionan esas dos cuestiones, plantear que el problema es la insolvencia de Grecia es cerrar los ojos ante la realidad. Por eso hoy Draghi dice que no hay plan B.
Música contra la crisis. Después de una agria polémica en la redacción con @Dmarcialperez y @gsvega, ahí va la versión de los Dictators de Slow Death (mejor que la original de los Flamin Groovies)
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