Los límites de la obediencia griega
La propuesta alemana para manejar el futuro de Grecia con la promesa de que nunca quebrará parece disparatada. La eurozona ya vive unos tiempos difíciles tras haber apremiado a Grecia a reformar su economía, en parte porque el país heleno puede esgrimir la amenaza de un incumplimiento desordenado de su deuda. Cuando Atenas logre alcanzar un superávit primario, lo que debería ocurrir este año, estará en una posición de negociación más fuerte, ya que podría incurrir en el impago de los préstamos de rescate y continuar pagando los gastos de su Gobierno.
Alemania ha ideado que Grecia priorice el pago de la deuda internacional sobre las facturas domésticas. La eurozona se aseguraría así recuperar su dinero y, a su vez, haría más creíble la presión sobre el país para que acelere sus reformas. En cierto modo, las propuestas alemanas son ya una realidad. Grecia está retrasando el pago de 6.500 millones de euros de facturas domésticas, como los salarios de los funcionarios, mientras que cumple con sus obligaciones con los acreedores internacionales. Pero hay un límite: hasta dónde los griegos podrán subordinarse. Y parece que no hay una base legal sólida para que se dé esa situación.
Incluso si Grecia aprobara una ley consagrando la obligación de satisfacer las deudas sobre el resto de pagos fijados en su Constitución, nada impediría a su Parlamento cambiarla más tarde. Ninguna corte internacional tiene la autoridad de forzar a un país a pagar sus deudas. Incluso el papel del Fondo Monetario Internacional como acreedor preferente está basado en un pacto de caballeros. Los contribuyentes griegos pueden soportar el retraso en algunos pagos, pero sería políticamente insostenible subordinarlos a largo plazo.
Si los planes de Alemania llegan a buen puerto, algunos miembros de la eurozona podrían llegar a una esclavitud económica. Presentando a los griegos una opción tan desagradable y poco realista, los alemanes pueden haber querido forzar a los políticos griegos a un mayor compromiso con las reformas. Pero lo que harán será elevar el sentimiento griego antieuro.
Por Neil Unmack