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Columna
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Amigo del Estado

Hay muchas cosas de la nueva jefa del gigante petrolero brasileño que gustan a los accionistas de Petrobras. Maria das Graças Foster, una ingeniera con 34 años de experiencia en Petrobras, tiene las calificaciones necesarias para ayudar a impulsar la producción. Pero sus estrechos vínculos con la presidente de Brasil, Dilma Rousseff, solo refuerzan la subordinación de la empresa al Estado. Foster tiene mucho terreno que recuperar. En el último años, las acciones de Petrobras se han quedado atrás respecto a sus rivales, con un caída de alrededor del 10% frente a una ganancia del 12% en Exxon Mobil y del 15% en Chevron. El golpe más reciente a la confianza fue el fracaso de Petrobras de alcanzar su propio objetivo de producción para 2011. Ya que el principal atractivo de la empresa es un compromiso para superar el doble de la producción en 2020, cualquier preocupación sobre la ejecución es seria.

Desde esta perspectiva, Foster se ve como una Buena elección y explica la subida del 4% de las acciones del pasado lunes. A diferencia de su predecesor, el economista José Sergio Gabrielli, Foster ingresó en las filas de Petrobras como ingeniera de perforación. Lo que supone la preparación ideal para los inversores que quieren a un CEO centrado en una gestión eficiente de las tareas de extracción en aguas profundas de las costas de Brasil. Pero Foster carece de una cualidad que los inversores más valoran: la independencia política. Foster trabajó estrechamente con Rousseff entre 2003 y 2006, cuando Rousseff fue ministra de Minas y Energía. Según la prensa, son buenas amigas. Esto es motivo de preocupación. El pobre desempeño de las acciones de Petrobras en los últimos años se debe en gran parte a la creciente comprensión de que los intereses del Estado brasileño son lo primero. Las relaciones de Foster con la presidenta podrían tener desventajas para los accionistas privados en última instancia. Aunque podría perdonarse a los escépticos por pensar lo peor.

Por Christopher Swann

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