Gran año que el turismo debe aprovechar
El balance provisional con el que el sector del turismo ha cerrado 2011 constituye una reconfortante excepción en el baldío panorama que ofrece actualmente la economía española. Los 57 millones de viajeros que nos visitaron el año pasado apuntan a que los registros de la industria turística han conseguido regresar a los años de vacas gordas previos a la crisis, con un incremento de visitantes del 8% que convierte 2011 en el tercer récord histórico del sector. Buena parte de esos excelentes resultados se explican gracias a la recuperación del mercado británico, que ha experimentado un crecimiento fundamental, seguido del aumento de viajeros procedentes de Italia y los países nórdicos. Sin duda, una muy buena noticia, dado que hablamos de turistas de poder adquisitivo bastante por encima de la media del mercado.
El año que acaba de terminar ha traído también consigo factores geopolíticos coyunturales que es necesario tener en cuenta. La denominada primavera árabe ha colocado a España en el punto de mira de un turismo internacional que, si bien busca precios reducidos, no está dispuesto a convertir sus vacaciones en una ecuación de riesgo-beneficio. Acontecimientos como la celebración de la JMJ el pasado verano en Madrid, así como la explosión del turismo de cruceros en Cataluña han contribuido también a los buenos resultados. Una feliz conjunción de circunstancias y oportunidades que la industria española ha sabido aprovechar.
Pese a ello, no conviene olvidar que las conjunciones son hechos excepcionales. La felicitación por estos datos debe ir acompañada del repaso a las asignaturas pendientes que arrastra un sector condenado a lidiar con la competencia creciente de los países que ofrecen turismo low cost. El esfuerzo en mejorar las instalaciones, la vigilancia estricta de la política de precios y la elevación cualitativa de la oferta son, en ese sentido, los grandes retos que la industria turística tiene ahora mismo por delante.
Para llevarlos a cabo, los empresarios podrán contar con la ayuda de algunas de las reformas legales que el Gobierno tiene en cartera. Es el caso de la flexibilización de la regulación laboral, cuyas ineficiencias y rigideces castigan especialmente a los mercados sujetos a demanda estacional. Pero también tendrán que aceptar renuncias, como el aplazamiento de la promesa de aplicar un IVA superreducido al sector, una ventaja que, como ha recordado el nuevo ministro de Industria, José Manuel Soria, deberá esperar. Resulta comprensible la decepción de una industria que aguardaba la medida con impaciencia, pero tampoco se puede olvidar que este es tiempo de ordenar prioridades. A día de hoy, y durante los próximos dos años, la gran batalla del Ejecutivo consiste en cuadrar un balance fiscal cuyas distorsiones han obligado a dejar en el cajón buena parte del programa del Gobierno en materia tributaria.