Demostrando quién manda... en las tarjetas de visita
En las empresas, en los bancos, siempre ha habido y siempre habrá clases. Los despachos (por tamaño y ubicación), coches de empresa y demás prebendas suelen ser tanto retribución al directivo como símbolo de estatus grupal, herencia probablemente de nuestros ancestros. Y en ocasiones, la visualización del estatus se hace patente en los mínimos detalles.
Las felicitaciones navideñas enviadas por banco (de ésos que antes eran un buen número de cajas) son un buen ejemplo. Llegan con tres tarjetas, de rango presidente, director general y director. Y son iguales, pero distintas. Se nota quién manda. La tarjeta del directivo de menor nivel es la clásica tarjeta de visista; cartulina totalmente blanca satinada. La siguiente tarjeta, la del rango director general, tiene un distinto matiz de color, una suerte blanco roto. El cartón es más grueso y pesado y es levemente rugoso al tacto.
La tercera cartulina, la que llega de presidencia, es de un color beige que la distingue claramente del resto, rugosa y con un gramaje superior. El logotipo es exactamente igual de tamaño que el de las otras dos tarjetas, con la particularidad de estar impreso en relieve por ambas caras. No puede uno sino recordar cierta escena de la película American Psycho.