Repensar qué hacemos con el sector público
Conseguir un sector público más eficiente y eficaz, que con menos recursos consiga mayores resultados e impactos, es la ambición de todo gestor público con responsabilidades de Gobierno en nuestros días. Este gran reto que supone transformar las Administraciones públicas se traslada a todos los servidores públicos -desde el presidente del Gobierno al último funcionario- que, además de asumir sacrificios personales, se ven en la necesidad de afrontar cambios en la forma en que habitualmente realizaban su trabajo.
En los últimos tiempos he escuchado a varios y diferentes servidores públicos una frase que no había escuchado antes: "Hemos recibido el mandato de nuestro Gobierno de repensar lo que hacemos en nuestra área". En mi opinión, no es un mal mandato, sobre todo en momentos de cambio y/o crisis como el actual, pues reflexionar es necesariamente bueno.
Me atrevo -con cierto atrevimiento- a ponerme por un momento en la piel de la persona que recibe este mandato y a reflexionar en este artículo sobre el mismo, a partir de las enseñanzas que en Novadays hemos obtenido trabajando, en España y fuera de España, en la modernización y mejora de la gestión del sector público.
Así, la primera pregunta que me surge es: ¿cómo sé con seguridad qué es lo que está funcionando y lo que no funciona en mi área? Corro importantes riesgos si cambio o rectifico una política con efectos e impactos importantes, pero ¿cómo comienzo?, ¿por dónde? Pues bien, se podría comenzar por evaluar las políticas y programas ejecutados o en ejecución y que suponen compromisos de gasto futuros. Ningún compromiso debería ser modificado o cancelado si no es conociendo los verdaderos efectos, resultados e impactos del programa o actuación y, además, la eficacia y eficiencia del mismo.
La evaluación ha de estar necesariamente presente en un proceso de reformulación de la actuación pública, pues solo a través del análisis objetivo se podrán tomar decisiones basadas en el conocimiento, en la certidumbre, y no solamente en la intuición personal o en la mera opinión. Evaluar proporcionará datos e información cualitativa que permitirá tomar las decisiones más acertadas.
La segunda cuestión es: ¿quién me va a ayudar a reflexionar para poner en marcha iniciativas más eficaces y eficientes? Mi respuesta es que es necesario buscar la reflexión colectiva, movilizando la inteligencia del mayor número de personas que sea posible. Desde luego, trascender la reflexión interna -pues difícilmente dará lugar a planteamientos novedosos-, buscar las mejores prácticas -nacionales e internacionales (¡cuántas ideas encontramos en las actuaciones de otros países, tanto más desarrollados que nosotros como, a veces con sorpresa, menos desarrollados!)-, hacer participar a las empresas coproductoras de los servicios o proveedoras de las Administraciones públicas, a los expertos, etc.
La tercera cuestión: ¿y después de la reflexión, qué? ¿Cómo ponemos en marcha esas nuevas actuaciones? Planificar y actuar, centrándose en la gestión. Apostar por la dirección estratégica -sin imitar a la empresa privada, pues la gestión pública tiene sus propias características que deben ser tenidas en cuenta para que las estrategias se conviertan en actuaciones viables-. Gestionar en cooperación, coproducir con el sector privado y con otras Administraciones, fijar logros, alinear a la organización con una estrategia y liderar. En definitiva, andar el camino que se ha construido y que es compartido por todos los agentes de la política en cuestión.
Para concluir esta reflexión señalaré dos ejemplos que -implantados ya en otros países- nos parecen interesantes para modernizar las Administraciones: la defensa competitiva de los planes, programas y proyectos de manera transversal, es decir, interministerial, valorándose en función de sus efectos, resultados e impactos esperados o -en el caso de programas plurianuales- ya obtenidos en años anteriores; y la formulación e implantación de estrategias transversales -en el conjunto de cada Gobierno- siguiendo el ejemplo de la iniciativa Value for Money que tanto éxito ha tenido en Inglaterra y que puso en la mente de todos los funcionarios y gestores la necesidad de medir resultados, efectos e impactos para cada euro del presupuesto público que era por ellos gastado. Así, por ejemplo, sí nuestro anhelo número uno como país ha de ser crear empleo, sería bueno que todos los funcionarios y gestores pudieran compartir este objetivo a través de una estrategia transversal que pusiera este objetivo en la mente de todos a la hora de tomar decisiones, tanto para las que se toman en la cumbre de las Administraciones como para aquellas que, en el día a día, toman en sus oficinas centenares de servidores públicos.
José Ignacio Cases Comyn. Socio director de Novadays