Un gran pacto educativo
La propuesta realizada ayer por el ministro de Educación, José Ignacio Wert, sobre la conveniencia de impulsar un gran pacto nacional en este ámbito es, sin duda, una buena noticia. Pese a que no es la primera vez que se trata de aunar voluntades para poner en marcha una reforma educativa con vocación de permanencia -el anterior ministro, Ángel Gabilondo, lo intentó con esfuerzo, pero sin éxito-, el poder que el PP tiene en la mayor parte del territorio autonómico le otorga muchas posibilidades de sacarlo adelante. De lo desvelado hasta el momento por Wert se deduce que el nuevo titular de Educación aboga por un modelo en el que se prime el esfuerzo, la calidad y la excelencia. Entre sus propuestas figura el aumento en un año del bachillerato, la reforma del sistema de selección del profesorado, la elaboración de distintos itinerarios educativos en función del progreso del alumno -en la línea del bachillerato excelente de Esperanza Aguirre- y el fomento del inglés. A ello habría que sumar, y probablemente esa es la batalla más difícil y espinosa, la elaboración de un currículo que elimine particularismos superfluos, que lejos de formar alumnos para un mercado laboral cada vez más competitivo e internacionalizado se empeñan en perpetuar en España 17 modelos educativos distintos.
