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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un ajuste muy duro y una apuesta arriesgada

El primer Consejo de Ministros operativo del nuevo Gobierno no ha defraudado a nadie y, aunque ha seguido al pie de la letra el guion que marcó en la reunión protocolaria del día 23, ha dado pasos más firmes de los esperados y ha ido más lejos de hasta donde las previsiones alcanzaban. Las decisiones, con una descomunal retirada de renta de la circulación tanto por recorte de gasto público como por subida de impuestos, nada menos que 15.000 millones, pretende convertirse en la anunciada señal a los mercados financieros de que España quiere estar en el euro, en el euro de cabeza, y que para ello cumplirá todos sus compromisos financieros: llevará el déficit público en 2012 hasta el 4,4% y hasta el 3% en 2013 cueste lo que cueste. Después vendrán las decisiones esbozadas y comprometidas para marzo, como es el Presupuesto ordinario de 2012, con recortes adicionales, y una reforma laboral integral que movilice la contratación. Y después, ya para junio, la transformación del sistema financiero español, con un endurecimiento de los requerimientos de capital a los bancos, fusiones de entidades débiles con las fuertes y ayuda pública para soportar los activos más dañados del balance.

El primero de los tres pilares anunciados es más ambicioso de lo esperado, porque más abultado de lo previsto es el déficit público encontrado por el Gobierno de Rajoy cuando ha abierto los libros de cuentas. El desajuste fiscal no es del 6% como garantizaban los socialistas, sino del 8%, como temían los más avisados analistas de las finanzas públicas. Así, el esfuerzo para llegar al puerto prometido no es de los 16.500 millones que como mínimo admitió Rajoy en su investidura, sino de unos 38.000 millones de euros: más del doble. Por tanto, no valen paños calientes con los gastos ni aliños con los impuestos: recorte abultado de los primeros y subida vigorosa de los segundos.

Con el compromiso caliente aún expresado por el presidente del Gobierno de que el reparto de los esfuerzos sería equitativo, las pensiones suben, aunque solo sea un 1%, y los desempleados mantienen sus prestaciones y los subsidios aprobados por Zapatero. Pero el ajuste se ceba en el resto de los colectivos, fundamentalmente en las clases medias, las que tienen en el IRPF su relación principal, si no única, con los gestores tributarios.

Congelación del sueldo de los funcionarios, recorte sin excepción de todos los gastos en el Presupuesto prorrogado (televisión, partidos, sindicatos, inversión, altos cargos, etc.) y aplicación por dos años (2012 y 2013) de un recargo en el IRPF y en el IBI de forma variable (sube hasta siete puntos para las rentas muy altas, con lo que vuelve al 50%), así como un incremento en la presión fiscal sobre el capital, de hasta seis puntos para quien obtenga por tal vía más de 20.000 euros. Nada menos que hasta el 27%, en vez del 14% que Montoro pretendía aplicar en 2005, cuando el PP perdió por sorpresa las elecciones.

Da la impresión de que en marzo el Presupuesto forzará a nuevos ajustes, especialmente en las comunidades autónomas, aquellas que más desequilibrio tienen ahora, dado que no parece que pueda esperarse nada de una mejora de los ingresos por una actividad económica que está condenada a medio plazo a una recesión muy dura. Las subidas de impuestos no son ni más ni menos que una reducción de la renta de los sometidos a IRPF de tres o cuatro puntos de media, y no hay estímulo alternativo, más allá de la recuperación de la deducción por compra de vivienda.

Rajoy hace una apuesta muy arriesgada. Parece concentrar todo el esfuerzo en los dos primeros años para ganar el favor de los mercados y, previa reducción del coste de la financiación, alumbrar la recuperación de la economía en los dos últimos ejercicios de la legislatura. Puede funcionar. Pero para ello necesita que la conjunción de estas medidas logre activar las variables intangibles de las expectativas y la confianza. Para ello necesita ayudas exteriores, tanto para sanear la banca como para financiar la actividad económica vía reducción de los tipos de la deuda a 10 años, la referencia que financia la inversión. Y desde luego debe complementarlo todo con las reformas que recompongan la competitividad de la economía, muy deteriorada en los últimos años, como reflejan los datos de déficit por cuenta corriente conocidos el viernes.

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