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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Es la hora de los grandes pactos de Estado

La constitución de las Cortes de la X legislatura abre oficialmente una nueva etapa parlamentaria en la que el Gobierno, pero también la oposición en su conjunto, se enfrentan a un reto de dificultad e importancia histórica sin precedentes. Una coyuntura donde cada uno de los actores que participan directa o indirectamente en la toma de decisiones legislativas -Ejecutivo, partidos políticos y agentes sociales, principalmente- tendrán ocasión de demostrar si poseen la responsabilidad suficiente y el imprescindible sentido de Estado que la defensa de los intereses de España requiere en estos momentos.

Como no puede ser de otra forma, dado el mandato que la gran mayoría de la ciudadanía ha puesto en sus manos, el grueso de ese peso recaerá sobre el Gobierno del Partido Popular, que cuenta para soportarlo y canalizarlo con una cuota de poder inédita hasta hoy en la historia de la democracia española. Una mayoría absoluta que supone una herramienta de inestimable valor para poner sobre el terreno las ingratas decisiones que la situación económica insta a adoptar, pero que puede y debe utilizarse con una buena dosis de templanza y generosidad. Así ha demostrado entenderlo hasta el momento Mariano Rajoy, quien tras su victoria en las pasadas elecciones generales ha reiterado la necesidad de unir voluntades y fuerzas políticas para afrontar sin fisuras los severos sacrificios que España tiene por delante. Así lo escenificó ayer de nuevo el líder popular, al entrevistarse con el portavoz de CiU en el Congreso, Josep Antoni Duran i Lleida, en un intento de mostrar públicamente su buena sintonía con la formación nacionalista y abrir la puerta a un pacto estable durante la legislatura. Una posibilidad que CiU ha manifestado tener que valorar, pese a haber avanzado que está dispuesto a apoyar a Rajoy en aspectos puntuales, como es el caso de la reforma laboral.

Hay que felicitarse de esa disponibilidad para el diálogo del futuro Gobierno -más aún porque no viene impuesta por la aritmética de los escaños-, y es de esperar que dure. Pero la dureza de la situación que vive España hace necesario ir un paso más allá. En la memoria de todos está presente el modelo de los Pactos de La Moncloa que, además de facilitar la transición política hacia la democracia, permitieron aplicar las recetas económicas que el país necesitaba en aquella también difícil coyuntura. Como entonces, los retos que debe asumir España frente a una crisis que hoy no solo es interna, sino también externa y global, exigen avanzar hacia la firma de un gran acuerdo de Estado que incluya a todos los partidos políticos -comenzando por el PSOE, la segunda fuerza más votada, y haciendo especial hincapié en las formaciones de representación más significativa-, las organizaciones empresariales y los sindicatos, con el objetivo de ganar una batalla en la que todos nos jugamos mucho y podemos, por tanto, perder también mucho.

El frente económico constituye, sin duda, el primer punto a abordar en el marco de ese gran pacto. La culminación de la reordenación y el saneamiento del sistema financiero -imprescindible para lograr que vuelva a fluir el crédito y pueda reactivarse la economía-, la puesta en marcha de la reforma del mercado laboral y la implantación de los recortes necesarios para cumplir con los objetivos de disciplina fiscal que Bruselas y los mercados financieros reclaman a España son las primeras asignaturas para el nuevo Gobierno.

A ello hay que sumar otros problemas pendientes de extraordinaria importancia, como las carencias del sistema educativo y las necesidades de la Administración de justicia. Todas ellas constituyen tareas hercúleas que resulta urgente acometer y cuyo éxito final dependerá en buena medida del apoyo político y social que las acompañe. Llevarlas a cabo con esa necesaria dosis de consenso exige no solo generosidad por parte del nuevo Ejecutivo, sino también responsabilidad y sentido de Estado por parte del nuevo partido en el poder, de la oposición y de los agentes sociales. Tanto unos como otros tienen ante sí una gran oportunidad para estar a la altura de las circunstancias que esta grave crisis demanda, y de cuya gravedad toda la sociedad española es profundamente consciente.

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