Cuenta atrás para refundar Europa y euro
El presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, lanzó ayer un contundente discurso que pretende convertirse en la cuenta atrás de los 10 días claves que refundarán el proyecto comunitario y lo que hoy es su símbolo y su primer quebradero de cabeza: el euro. De la mano de la canciller alemana, Angela Merkel, con la que se entrevistará el próximo lunes, el líder francés lanza ahora mensajes claramente alineados con la visión germánica de la Unión Europea, en la que la disciplina fiscal férrea, las sanciones a los incumplidores y un mayor celo en los controles fronterizos sean las nuevas señas de identidad de la Unión Europea. En un momento de baja popularidad política, el presidente francés quiere convertir sus proposiciones en la mejor defensa del euro, y la mejor defensa del euro es la defensa de la unidad europea, tratando de evitar los errores del pasado que están pasando impagables facturas: "Lo que ha pasado en y con Grecia no volverá a pasar", comentó.
Hoy, su álter ego germánico lanzará en Berlín a su vez un mensaje para reforzar las tesis alemanas ante el Parlamento (Bundestag) acerca de cómo resolver la crisis de deuda, que no es otra que la crisis del euro, y entre ambos marcarán los pasos a dar hasta el día 10 para construir una arquitectura política, fiscal, financiera y monetaria del euro a prueba de toda especulación.
Llama la atención, pese a las muchas veces que se ha repetido ya, el punto crítico al que los dirigentes políticos europeos dejan llegar el nivel del agua para tomar serias decisiones que evacuen a sus administrados. Han tardado como nadie ha tardado en entender que la solución a la crisis del euro y la deuda de los países periféricos que lo conforman eran más políticos que de otra naturaleza, y que de sus decisiones dependían tanto el futuro de la moneda única como los ahorros y el esfuerzo de decenas de millones de europeos en las últimas décadas.
Aunque de sus renovadas intenciones solo se conoce la filosofía que las envuelve y no los instrumentos para generarla, parece tener consistencia el reforzamiento de la disciplina fiscal de los países miembros, con un sistema de sanciones activo, rápido y realmente coercitivo, así como con fórmulas de revisión previa de las cuentas de todos y cada uno de los países. Pero parece que se abre también camino la inevitable vía de mayor intervencionismo de la autoridad monetaria para momentos críticos como los actuales, siempre que los esfuerzos fiscales de los países se hayan agotado. Tiene sentido que si el euro pretende emular al dólar, sustituyéndolo como moneda de reserva en gran medida, esté apalancado en políticas fiscales y monetarias similares a las del billete verde, aunque las reglas del juego presupuestarias deban para ello ser de obligado cumplimiento para todos.