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Biotecnología

Llegan al mercado los bioalimentos españoles

Las empresas de biotecnología desarrollan más de 60 productos y tecnología dirigida a la alimentación.

La cerveza, el pan y el yogur son alimentos en los que la fermentación o los microorganismos tienen un papel esencial. Se los podría denominar de biotecnología natural o clásica. Pero la industria alimentaria sigue avanzando en la investigación y desarrollo de productos a través de nuevos procesos biológicos o químicos a nivel industrial. Se podrían definir como los bioalimentos, que las empresas españolas ya están desarrollando por decenas.

En este campo, por ejemplo, son ya muy reconocibles en el mercado los famosos bífidus de los yogures, pero la especialización va mucho más allá. Alimentos que prometen prevenir enfermedades o ayudan a adelgazar, elementos extraídos del vino que alargan la vida de carnes y pescados congelados o leches infantiles que facilitan el sueño, describía Asebio en su último informe anual. Precisamente esta patronal sectorial acaba de publicar el pipeline de sus asociados en alimentación: un total de 63 productos, servicios o tecnologías de 10 empresas y un centro tecnológico. Y 37 ya se encuentran disponibles en el mercado.

La suma de productos, de hecho, es mayor ya que no se han incluido empresas que no pertenecen a la patronal y otras, como la cotizada AB-Biotics, que ya ha presentado el AB-Life, una píldora nutracéutica -alimento con efecto beneficioso para la salud- frente al colesterol, y AB-Fortis, un ingrediente que mejora el nivel de hierro en el cuerpo.

El Instituto Nacional de Estadística, en su último estudio sobre el sector correspondiente a 2009, señalaba que son 42 las empresas españolas que aplican biotecnología en la alimentación. "El abanico de productos en el que se trabaja es muy amplio. Y se ha avanzado muy rápidamente. Hace 10 años no había nada en este campo en España y ahora estamos comparativamente al mejor nivel de los países europeos. Se están haciendo muchas cosas, y muy bien", explica Daniel Ramón, coordinador del grupo de trabajo de alimentación de la patronal. Ramón es, además, consejero delegado de Biópolis, compañía que cuenta con 13 productos en el mercado. Por ejemplo, microorganismos para lácteos, uno en concreto para reducir la inflamación producida por la celiaquía u otro para la prevención de úlceras.

Otra firma, Algaenergy, dispone de dos microalgas, una de ellas con propiedades para alimentación animal y la otra con aplicaciones en productos nutracéuticos, ambas ya en el mercado.

La lista de productos de este nuevo sector es muy variada. El Instituto Biomar dispone de siete desarrollos, como carotenoides y antioxidantes. Biosearch tiene, por ejemplo, un aceite Omega 3. Ingenasa hace ensayos para la detección en alimentos de gluten. Por su parte, Ingredientis Biotech está investigando un ingrediente bioactivo para el tratamiento de la obesidad. Laimat lo hace sobre sensores para detectar tóxicos en alimentos. O Vivacell ofrece servicios para descubrir la actividad biológica de los alimentos.

El Centro Tecnológico Leitat desarrolla una microencapsulación con distintas aplicaciones, como proteger los ingredientes activos; Ingredientes Biotech busca componentes que luchen contra la obesidad y enfermedades como la diabetes, o Seprox Biotech trabaja, entre otros, con un polifenol que reduciría el riesgo de padecer cáncer de colon.

Ramón está convencido de que es un sector con un gran potencial de crecimiento, aunque reconoce que el futuro está en los mercados exteriores: "No queda más remedio que salir fuera".

La UE frena los transgénicos

Otra rama donde la biotecnología tiene intereses son los cultivos y los productos transgénicos, un campo donde se han encontrado la barrera de la UE. La patronal comunitaria EuropaBio afirma que la Comisión Europea tiene pendientes 72 dosieres (51 para importación y 21 para cultivo) de aprobación de productos modificados genéticamente, lo que supone un incremento del 800% solo en los últimos siete años, ya que en 2004 contaba con ocho aplicaciones pendientes, según datos aportados por la asociación. "Esto supone un grave retraso en el proceso de aprobaciones y solo se ha concedido una autorización para cultivo, lo que ocasiona importantes pérdidas económicas para los agricultores que no pueden utilizar semillas", denuncia. Por ello, ha solicitado que se agilicen estos procesos y se elimine "burocracia para no perder competitividad frente a otras zonas productoras". El tiempo para dar el visto bueno se alarga a 45 meses.El problema para las empresas del sector no es tanto el retraso administrativo, sino que estas demoras provienen de las presiones de los países miembros sobre la Comisión. No todos están de acuerdo en introducir este tipo de cultivos ante el rechazo de los grupos ecologistas, muy activos en este tema, y las dudas que representan para muchos ciudadanos. La luz verde debe llegar en el Consejo de Ministros de Agricultura y casi nunca se logra la mayoría suficiente (Francia y otros países se oponen). La propuesta futura de la UE sería aprobarlo a nivel europeo, pero que luego cada país decida si lo autoriza.

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