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Tribuna
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Frases para la historia

Aunque, vaya usted a saber por qué, en el país andino casi todos se llaman Mauricio, tengo un amigo boliviano, sabio y prudente, que se llama Hugo. Nos encontramos en Santa Cruz de la Sierra, las más principal ciudad de su país, y me resume la situación: "En Bolivia hay todavía mucha riqueza, tanta como corrupción, pero nos faltan los políticos que sepan diseñar las estrategias e implementar las políticas que pongan a este país en la senda del desarrollo. Hay voces que se alzan contra el Gobierno y contra su -hasta hace poco- intocable presidente… La situación es compleja, pero lo último que perdemos es la esperanza. Bolivia es un país con muchos emprendedores, probablemente más por necesidad que por oportunidad, y los ciudadanos tienen hambre espiritual y ganas de formarse; miran a los países vecinos y quieren progresar como ellos, y hacer muchas cosas, a pesar de los bajos salarios, de mil problemas, de múltiples inconvenientes y, en ocasiones, de los desvaríos de quienes nos gobiernan, empeñados en los últimos tiempos en la creación de empresas públicas tan peregrinas como, por ejemplo, y aunque sea difícil de creer, la nueva empresa pública de construcción civil".

Es una reflexión tan sincera como cierta la de mi amigo Hugo. Entre 178 países, Bolivia ocupa el puesto 110 en el índice de corrupción que publica Transparencia Internacional, obteniendo una nota de 2,8, y colocándose en los lugares finales de la comparativa con los países latinoamericanos.

Por si no fuera suficiente, en el Índice Global de Competitividad (142 países) el resultado es parecido: 103 del ranking y en la cola de la región. Y, para concluir este repaso de malas notas, el índice Gini, que como es sabido mide la pobreza y la desigualdad en el mundo, no es especialmente favorable para Bolivia; claro que, puestos a llorar, se acaba de conocer que en Estados Unidos, aunque parezca mentira (y no lo es), hay ¡50 millones de pobres!, cinco veces más que la población boliviana. Digo que yo que, dadas las circunstancias, alguna vez habrá que investigar en serio que nos está pasando; por que los humanos no somos capaces de solucionar los problemas que nos acucian y cuáles son las causas por las que, en estos años tan difíciles, los líderes escasean o no están a la altura, y cuál es la razón para que en la mayoría de los países no tengamos en ejercicio políticos con mayúsculas. No están los tiempos para aficionados, y hay déficit de competencias en la mayoría de la clase política; es decir, profesionalidad.

Se echa en falta el esfuerzo imprescindible para adquirir una formación profunda, tanta como los líderes políticos/empresariales/sociales precisarían para el desarrollo de sus tareas, y que hoy por hoy, sobre todo a los políticos, nadie les exige.

Y, además, habría que pedirles a todos los que mandan prudencia y responsabilidad, y el siempre necesario adobo de un comportamiento austero, que ya es obligatorio, con la guinda de un olvidado espíritu de servicio, algo tan inmaterial que, si se tiene, se reconoce a simple vista. La decencia, aunque cueste trabajo, habrá que suponerla, entre otras razones porque está demostrado que los mejores dirigentes, y algunos hay en el mundo, no son los corruptos. Claro que, a pesar de los pesares, hay gente en Bolivia que no está dispuesta a rendirse: entre muchas otras instituciones y grupos, Cainco, la casi centenaria Cámara de Comercio de Santa Cruz de la Sierra, una institución empresarial sin animo de lucro que promueve el desarrollo de sus asociados, o la JCI (Junior Chamber International) de Cochabamba, integrada por jóvenes estudiantes y profesionales que, de forma altruista, fomentan el liderazgo, la responsabilidad social y el espíritu empresarial. Como están dispuestas a socializar y extender el concepto, ambas instituciones me han invitado a hablar sobre responsabilidad social, conscientes de que desde el sector privado deben trabajar para hacer progresar a su país y sabedoras del papel que hoy deben jugar empresas e instituciones en la Comunidad.

Con su impulso y, en algunas ocasiones, de su mano, muchas empresas bolivianas vuelven sus ojos a China, pero tienen muy claro que existe un mercado muy cercano (Brasil y Argentina, por ejemplo, además de sus vecinos andinos) con casi 350 millones de eventuales consumidores. Y en ello están. Mientras, en Bolivia las autoridades legalizan casi setenta y cinco mil coches chutos (solo la mitad de los que, parece, están sin papeles), que circulaban sin control, y se anuncia una probable subida de carburantes que tendrá la rotunda oposición de la ciudadanía. Y, con disgusto oficial, triunfa un libro escrito por el periodista independiente Alfredo Rodríguez Peña. Se titula Evadas, y recoge cien frases para la historia de Juan Evo Morales, a la sazón presidente del país. No me resisto a terminar el artículo sin citar una de ellas, entresacada de la conferencia de prensa (12 de enero de 2011) en la que Morales reflexionaba sobre los conflictos sociales que en esas fechas había en el país: "…en algún momento afecto a los problemas económicos, yo no sabía que realmente los paros, los bloqueos afectaban al crecimiento económico." En fin, como dejara escrito Tocqueville, "cuando el pasado deja de iluminar el futuro, el espíritu avanza a oscuras", y así nos va.

Juan José Almagro. Doctor en Ciencias del trabajo. Abogado

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