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Un déficit más peligroso que el fiscal

La lucha de la zona euro contra los números rojos presupuestarios está derivando en un déficit democrático que podría resultar a medio plazo mucho más peligroso para el futuro de la UE que la quiebra de un socio comunitario. Un callejón sin salida en el que será muy difícil dar la vuelta.

Las continuas demostraciones de fuerza de Merkel y Sarkozy empiezan a asustar al resto de Gobiernos europeos. Incluso en países tan favorables al proyecto de integración europea como Bélgica, la semana pasada aparecieron, tras la amenaza de expulsar a Grecia del euro lanzada por el eje germano-francés, titulares que calificaban de "golpistas" a la canciller y el presidente francés o que alertaban sobre el déficit democrático generado por su directorio inapelable.

La prensa belga, probablemente, se siente dolida por el ninguneo que sufre su compatriota Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo totalmente desbordado por las iniciativas de Merkel y Sarkozy. Pero la queja también refleja el sentimiento de países pequeños y medianos (mayoría en la UE) que observan con estupefacción el desmoronamiento del modelo comunitario, que durante las últimas cinco décadas ha permitido a todos los socios sentirse tratados "casi" por igual. Si la deriva actual continúa, "la UE se puede convertir en un monstruo político", como advertía ayer el sociólogo Ulrich Beck.

La próxima reforma del Tratado de la UE que quiere plantear Berlín a partir de diciembre de este año abrirá, sin duda, la batalla (una vez más) por el reparto de poder en el seno del club. Y todo indica que Alemania, que ya logró en el Tratado de Lisboa convertirse en el país más poderoso del Consejo al equiparar en ese foro el voto de cada Estado con el de su población, intentará afianzar el control del resto de instituciones, empezando por el Banco Central Europeo.

La nueva ofensiva también apunta a una deslegitimación del Parlamento Europeo en favor del papel legislativo de los parlamentos nacionales, que podrían convertirse en el contrapeso del Consejo, un cambio que, casualmente, daría la voz suprema al Bundestag y, en segundo lugar, a la Asamblea francesa.

Sarkozy, voluntarioso, presentó el viernes pasado en Cannes esta evolución como "la reconciliación de Europa con sus opiniones públicas" y calificó de "falso debate" las discusiones sobre el directorio germano-francés. Esperemos que sea así porque si no él también se encontrará muy pronto al final del callejón, y con Marine Le Pen viniendo de frente.

Foto: callejón en Bruselas (B. dM., julio 2010).

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