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Columna
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Barclays pone alto el listón de la confianza

Bob Diamond ha descubierto la humildad. Diez meses después de haber declarado que el plazo de los bancos para el remordimiento había concluido, el presidente ejecutivo de Barclays ha reconocido la necesidad de reinstaurar la confianza. Aunque el cambio de tono es refrescante, debe demostrar que la realidad refleja el nuevo ideal.

La tentativa de Diamond de poner a la banca en un contexto más social es bienvenida -aunque llega con retraso-. Su conferencia del 3 de noviembre ofreció una defensa de cómo y por qué los bancos deben correr riesgos. Explicó cómo facilitan los pagos, transforman depósitos en préstamos a largo plazo y suavizan las fluctuaciones de las divisas y los precios de las commodities. Esto puede parecer obvio. Pero los bancos hacen un pobre trabajo al explicar sus propósitos. Pocos presidentes ejecutivos están dispuestos a hablar en público. Y aquellos que lo hacen tienden a despotricar contra la regulación o lanzan veladas amenazas de deslocalización.

Dicho esto, muchas de las acciones pasadas de Barclays son difíciles de conciliar con las recientes declaraciones. Basta pensar en los prestatarios de hipotecas persuadidos de eliminar pagos como el seguro de protección. O la unidad de Barclays especializada en estructurar los esquemas de arbitraje fiscales. Y aunque un tribunal rechazó en marzo que Barclays había malvendido los derivados a un pequeño banco de San Marino, el caso planteó serias preguntas sobre si la entidad lleva los intereses de sus clientes en el corazón.

La credibilidad de Diamond dependerá de cómo acabe con esos comportamientos. Para recuperar la confianza también se necesitarán otros dos grandes cambios. En primer lugar, los rescates de los contribuyentes deben acabar. Diamond está de acuerdo con que el dinero público no debe ponerse en peligro cuando un banco falla. Pero la realidad es que los reguladores están lejos de ser capaces de bajar las revoluciones de un complejo y gran banco como Barclays.

La segunda cuestión es el salario. Esto es delicado para Diamond, cuyas grandes bonificaciones han sido desde hace tiempo una fuente de envidia e ira pública. æpermil;l insiste en que los bancos tienen que ser competitivos cuando contratan personal. Al mismo tiempo, la menor rentabilidad de la banca está destinada a exprimirse. Pero las primas siguen siendo una de las principales barreras de los bancos para conectar con el público. A menos que Diamond lo resuelva, podrían pasarse por alto otras mejoras.

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