Ha llegado la hora de la madurez para el BCE
El Banco Central Europeo (BCE) cambiará hoy mismo de rostro (Mario Draghi por Jean-Claude Trichet) y en los próximos 24 meses de piel (se trasladará a una nueva sede al este de Fráncfort). Pero el BCE necesitará una metamorfosis mucho más profunda para alcanzar la madurez que se espera de cualquier banco central.
La crisis de la deuda soberana ha puesto de manifiesto que la Unión Monetaria Europea necesita un emisor tan poderoso como la Reserva Federal estadounidense o el Banco de Inglaterra, dos instituciones sobre las que no pesan las ataduras legales que soporta el organismo de Fráncfort. Mientras Washington o Londres han acometido planes multimillonarios para garantizar que la economía de sus respectivas zonas no se paraba, el BCE se ha limitado a ofrecer líneas de liquidez ilimitadas que, en muchas ocasiones, los bancos han vuelto a colocar en la caja fuerte de Fráncfort ante la imposibilidad de utilizar esos recursos en una zona estancada. Tras el espejismo del primer trimestre de este año, en que el motor germano-francés pareció arrancar, el final de 2011 está dejando claro que la mayoría de los países de la Unión se encuentran al borde de una nueva recesión. España, sin ir más lejos, está otra vez muy cerca de la recesión, con un estancamiento en el tercer trimestre y malas perspectivas para el cuarto.
Draghi debe ponerse desde hoy mismo manos a la obra para evitar un segundo batacazo. El jueves, en la primera reunión del Consejo del BCE bajo su presidencia, dispone de una oportunidad magnífica para estrenarse con una rebaja de tipos que demuestre dentro y fuera de la Unión Monetaria la voluntad europea por recuperar el crecimiento. A buen seguro que el G-20, que ese mismo día comienza su cumbre en Cannes, agradecería esa aportación del BCE.
Pero ese recorte forma parte solo de la agenda más urgente del italiano en su nuevo cargo. Draghi también deberá gestionar la previsible transformación de un organismo que, con 13 años de vida, ha alcanzado el momento de su madurez. El BCE ya ha demostrado que puede contener la inflación tan bien o mejor que su ancestro el Bundesbank. Ahora debe liberarse de la tutela alemana y pertrecharse de todas las armas de que dispone un banco central, sin tabúes ni complejos heredados. La abrupta salida de dos halcones alemanes (Axel Weber y Jürgen Stark) al final del mandato de Trichet, puede facilitar la tarea de transformación que debe emprender Draghi.
Pero el italiano no lo tendrá fácil. Berlín acaba de frenar cualquier colaboración del BCE con el fondo de rescate de la zona euro, para evitar hasta la menor apariencia de que la zona euro dispone de un prestamista de último recurso. Alemania, además, no oculta su disgusto con el rumbo de la autoridad monetaria (en particular, con la compra de deuda pública) y podría aprovechar la próxima reforma del Tratado de la UE para ampliar su poder en la institución. En la actualidad, el voto de todos los gobernadores tiene el mismo peso, vengan del Bundesbank o del Banco de Estonia. Una ponderación del voto en base a la participación de capital de cada país en el BCE incrementaría, sin duda, el poder de Alemania. Pero sobre todo se cargaría el carácter federal de la institución y trasladaría al BCE la inoperancia que marca otros organismos comunitarios, donde cada decisión requiere un complejo equilibrio político y geográfico casi imposible, como se ha visto con el fondo de rescate.
Draghi debe garantizar que el BCE, incluso en su nueva sede, sigue habitando una piel europea sin demasiadas marcas de nacionalidad. Pero para poder desarrollarlo con la solvencia que proporciona la independencia y la autonomía, los políticos deben cerrar bien las costuras diseñadas para el Fondo de Rescate, independientemente de que los países emergentes aporten o no una parte del capital, y resolver más pronto que tarde cuestiones que siguen envenenando la gobernabilidad europea y la economía del continente como la crisis financiera de Grecia. Ayer, por si faltaba algo para agitar el cóctel, Atenas ha dejado en manos de un referéndum a la ciudadanía la resolución de su segundo rescate, la quita a los acreedores y las reformas impuestas desde Bruselas y el FMI, lo que retardará más la situación.