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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un arreglo bueno para todos, caro para España

Los mercados financieros de toda Europa, unos con más entusiasmo que otros, celebraron ayer el triple acuerdo que los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la zona euro lograron para apuntalar el proyecto monetario de la Unión: los términos de la reestructuración de la deuda griega, el establecimiento de un dique financiero contra nuevas crisis con un fondo de estabilización y las condiciones de la recapitalización de la banca. Aunque en todos y cada uno de ellos quedan flecos por depurar, sigue pendiente la reformulación de los mecanismos de gobernanza europeos, muy lentos y muy poco ejecutivos con 27 miembros, y del todo inoperativos ante situaciones críticas como las actuales, por la falta de previsión de quienes construyeron el esqueleto normativo, político y financiero de la UME. Pero si los mercados tenían razón cuando cuestionaban el desempeño del engranaje comunitario, deben tenerla también cuando aplauden los retoques introducidos en la larga madrugada del jueves, y que aunque sean caros, acotan su coste.

Los trazos gruesos del acuerdo conocidos ayer construyen todos juntos un mecano que puede sacar a Europa de la crisis, aunque es justo reconocer que es un arreglo muy caro para España, o al menos para los bancos españoles y sus accionistas, que deben correr con el mayor esfuerzo de recapitalización de todo el continente, si se hace excepción de Grecia, país con una economía a todas luces en quiebra.

Los ejecutivos bancarios españoles habían puesto el grito en el cielo las últimas semanas, por considerar que aceptar una depreciación en las carteras de deuda emitida por España tendría un coste muy elevado: los bancos tendrían que reponer capital, se replantearían adquirir nuevos títulos del Tesoro, desplazarían la carga de financiación al ahorro privado, reducirían sus balances y encarecerían el crédito. Y aunque habían logrado arrancar el eco de buena parte de las fuerzas políticas, no han logrado movilizar la mermada capacidad de presión y el grado de autoridad del Gobierno ante Merkel y Sarkozy. Pese a todo, cuando la depreciación se ha producido, y pese a que el capital adicional exigible para llegar al 9% de core capital es muy elevado, nada menos que el 2,5% del PIB, todos han encajado el golpe y han mostrado su capacidad para cubrirlo de forma cómoda.

Utilizando las emisiones de bonos convertibles en acciones, aunque sea de forma acelerada; convirtiendo el dividendo en capital; vendiendo activos; reduciendo el volumen de créditos ponderados por riesgo, más exigentes en España que en la UE, etcétera, los bancos españoles aseguran que de los 26.000 millones solicitados a los cinco grandes, únicamente faltan por generar 13.600 millones, una cantidad muy asumible para los accionistas, que a fin de cuentas serán quienes soporten este endurecimiento de la solvencia. Está por ver si la búsqueda de capital adicional afectará de verdad al crédito, que más parece depender de la recomposición de los flujos de financiación del negocio que de los niveles de capital de primera clase. Pero desde luego esta operación, junto con la recapitalización en Europa, recompondrá niveles de confianza desaparecidos hace años y devolverá la actividad crediticia a valores tales que facilitarán incluso la devolución de las aportaciones de ahora. No obstante, una banca bien capitalizada es la mejor garantía de estabilidad financiera y de asunción de riesgo.

Las sombras siguen proyectándose sobre la resolución de la crisis helena. Falta por cerrar el compromiso bancario para aceptar una quita del 50%, así como la fórmula para que tal quita sea encajada como pérdida por las cuentas de resultados de los bancos acreedores, sobre todo los franceses y alemanes. Y sobrevuela también la duda sobre la capacidad de repago de Grecia incluso tras una condonación del 50% de sus obligaciones. Si finalmente se logran las aportaciones de los emergentes que las autoridades europeas se han comprometido a rastrear, el Fondo de Estabilidad Financiera con un billón de euros sí puede funcionar como un dique impermeable a la extensión de la crisis de la deuda, además de limitar al BCE a sus labores estatutarias. Pero, desde luego, el aceite que lubricará todo el mecano para que funcione es, y en eso España ha recibido mensajes muy explícitos, el crecimiento. Se deben acometer reformas para restablecerlo.

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