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Zapatero y Rajoy y el recorte de gasto

Decíamos ayer que existía un pacto implícito Merkel-Sarkozy-Zapatero-Rajoy para aplazar el nuevo recorte de gasto en España hasta pasadas las elecciones, ese que debe llevar el déficit fiscal al sitio prometido, pero con el compromiso de hacerlo entonces de forma inequívoca. Si Italia está contra las cuerdas para llevar algo llamativo a la cumbre de hoy, España tiene escaso margen para rebajar el déficit hasta el 6%, pero a la vuelta del 20-N no tiene más remedio que hacerlo con esa especie de gobierno de coalición formado por la interinidad de Zapatero y la victoria de Rajoy. Veremos.

Nadie que sepa sumar, restar y dividir, y tenga un poco de información sobre el comportamiento de los ingresos y los pagos públicos, cree que España cumplirá con el déficit del 6% del PIB este año, salvo que sus gobernantes hagan un nuevo ajuste en los gastos, puesto que el margen del calendario no permite ya milagros en materia de ingresos. Hasta cerca del 9% del PIB sitúan algunos el desequilibrio fiscal de este año, pero desde luego el consenso se mueve muy cerca del 7,5%, sobre todo por la tardanza en ajustar las cuentas de las comunidades autónomas, y por el estado real, no suficientemente publicitado, de las cuentas de la Seguridad Social.

Ya es de común sospecha que Alemania y Francia han sacado a España del foco de la crisis de deuda por el compromiso de los dos líderes políticos (Zapatero y Rajoy) de que después de las elecciones habrá un nuevo ajuste. Antes no le viene bien a ninguno, pero el tiempo de queda para que el ajuste tenga resultados es muy escaso, y tendrá que hacerlo Zapatero con la anuencia de Rajoy, ambos liberados de la presión electoral.

Se trate de lo que se trate, estamos hablando de decisiones muy duras, muy impopulares, como para tomarlas un Gobierno interino, aunque tenga el respaldo de una oposición crecida porque coincida con sus políticas o porque le haga una buena proporción de las decisiones desagradables ulteriores. Pero todo es posible en España, sobre todo si se tiene en cuenta que se hizo una reforma constitucional por parecido mecanismo, cuando hasta ahora se había considerado sagrado el contenido de la Carta Magna.

España tiene la particularidad de que, además de las dudas sobre la posibilidad de llegar al 6% de déficit este año, no tiene presupuesto para el próximo ejercicio, porque el Gobierno saliente no quiere hacerlo para dejar precisamente las decisiones más duras en manos de quien gane las elecciones en noviembre, que previsiblamente será el PP. Si no hay recorte de gasto este año, España tiene que dar un paso muy firme en el presupuesto de 2012 para llegar sobradamente al 4,5% prometido, y que desde los niveles actuales supondría casi reducirlo a la mitad.

Independientemente de que los mercados presionen a unos países o a otros con justificación, en buena parte son responsables quienes desde la atalaya de París o Berlín apuntan con el dedo a unos u otros. Italia, por ejemplo, que tiene un volumen de deuda monstruoso, está en el ojo del huracan porque ha sido apuntada con el dedo, como España apartada del foco. Es cierto, que hay argumentos para justificar casi cualquier cosa, y si no los hubiere, ya los buscará el mercado, sobre todo si encuentra aliados políticos de la envergadura de Francia o Alemania.

Es cierto que Italia tiene el bono a diez años por encima del 6%, y que España paga más por las emisiones a diez semanas (tres meses) que Alemania por las que hace a diez años. Pero no es menos cierto que abandera la crítica un país como Francia, que no ha logrado superávit presupuestario en los últimos 35 años, o Alemania, que incumplió sus objetivos de déficit varios años para encajar la unificación nacional, y nunca pagó peaje alguno.

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