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Jobs, el hombre que sabía qué es un serif

Aunque su existencia estuvo llena de sorprendentes historias, estoy convencido (como tantos) de que Steve Jobs dio las claves de su vida en el discurso que pronunció en 2005 ante los estudiantes de la universidad de Stanford, Estados Unidos.

Son tres historias de su vida y es una exposición llena de emoción (Jobs se estaba recuperando del primer desgarro del cáncer que finalmente se lo ha llevado). La deberían colgar todas las universidades en el dintel de entrada. Sobre todo, por lo crítico que es con ellas.

La primera historia trata de “conectar puntos”, la segunda es “sobre el amor y la pérdida” y la última, “sobre la muerte”.

A estas alturas pocos desconocen que el mensaje final de la conferencia a los recién graduados (y a cualquiera) es “Seguid hambrientos. Seguid alocados”. Es decir: “Tened el valor de seguir vuestro corazón e intuición, porque de alguna manera ya sabéis lo que realmente queréis llegar a ser. Todo lo demás es secundario”. Dicho de otra manera, también por él: “Encontrad lo que amáis”.

Aquí podéis leer una traducción del discurso (http://www.cincodias.com/articulo/empresas/encontrad-amais/20111006cdscdsemp_12/) y ya sabéis que es fácil encontrarlo en Youtube, incluso subtitulado en castellano (http://www.youtube.com/watch?v=6zlHAiddNUY). Pero quiero pararme en un aspecto aparentemente anecdótico de su mensaje, pero que me parece sustancial: Jobs sabía lo que es un serif.

Se trata de algo que todos vemos a diario por miles, sin reparar en ello. Y es sobre todo un elemento que ayuda a la belleza. Es ese rasgo en que acaban las líneas de los caracteres tipográficos, también conocido en el mundo de las artes gráficas como serifa, o gracia o remate o terminal e, incluso, como patín… Las familias de fuentes que no lo llevan se llaman letras de palo seco o sans serif.

Jobs conocía al fondo el mundo de la caligrafía y de la tipografía porque cuando dejó de asistir a las clases “normales” hizo un curso en Reed College. Le llamo la atención la belleza de las letras en su producción más artesanal. No se me ocurre nada más alejado de la tecnología digital. Pero este conocimiento fue la base para que el primer Macintosh que diseñó tuviese “una bella tipografía”. El mundo de la caligrafía y la tipografía “era artísticamente hermoso, histórico…”, dice Jobs, y da su clave: “…de una manera que la ciencia no logra capturar”. Lo encontró fascinante. Un buen cóctel, fascinación y belleza, que ha marcado todas sus creaciones.

Algo tan mínimo como un serif (por favor, no confundir con sheriff) sirvió para unir lo más artesanal y lo más tecnológico, para impregnar de esencia de belleza a unas nuevas máquinas sorprendentes que nos han facilitado la vida y cambiado la manera de hacer muchas cosas. Tras hacer esto, y después de unas cuantas vicisitudes que estos días podréis leer con detalle en los periódicos (sean hechos con artes gráficas o artes digitales), Steve Jobs se ha ido a donde se juntan los sueños. Eso sí, no sin antes convertir Apple en la empresa más valiosa del mundo.

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