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Tribuna
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Refinanciaciones: tres lecciones y media

Tras la enésima reunión con un promotor-constructor que a estas alturas de la crisis aún se pregunta "¿qué he hecho yo para merecer esto?" (yo que siempre he cumplido, os di tanto a ganar, hasta ahora, claro, que vienen mal dadas para todos y olvidáis ya vuestra otrora insistencia por colocarme el dinero que entonces no necesitaba, y hoy ansío), me decidí a juntar las escasas tres y media enseñanzas decantadas en otros tantos años de procesos de refinanciación de sociedades en crisis.

l Primera: si no eres un problema, tienes un problema. A la larga cola de penitentes se les atiende por estricto orden de mérito, esto es, por referencia a la matriz entre la talla del quebranto que amenaza las cuentas de la entidad financiera y el grado de inminencia de su acaecimiento. Vamos, como la teoría de la relatividad de Einstein: dimensión espacio/tiempo y universo alabeado. Por cierto, cumplimientos pasados no indultan incumplimientos futuros, ni dan pase vip a ese nuevo santuario pagano hoy llamado comité de riesgos (o de recuperaciones especiales, en función de lo avanzado de la afección).

l Segunda: no hay viento favorable para quien no sabe adónde va (Séneca díxit). El cumplidor radical, agotada su paciencia (vid. lección primera), se trasviste de la noche al día en incumplidor compulsivo, con el enroque del impago por bandera. Dado el paso, no se ponga usted a pensar, el mismo día de la implorada audiencia, qué pedir, tras haber sido ascendido a la privilegiada categoría de problema. Refrescar antiguas glorias, agitar agravios presentes y concluir pidiendo una oportunidad a la espera del cambio de ciclo, no parece un discurso capaz de ablandar corazones ni aflojar bolsillos. Y no olvide que los tiempos de la banca no son de este mundo, y usted mismo arrancó la cuenta atrás: mes uno, mes dos, mes tres... ¡Mora! Cambio de ventanilla, y a recuperaciones, que puede resultar tanto sinónimo de ejecuciones cuanto de adjudicaciones.

l Tercera: verifique que paga por resolver su problema, y no (solo) el de la entidad. En general, por resolver problemas ajenos se cobra... y de ello intentamos vivir algunos. El colmo del paroxismo en esta coyuntura se manifiesta en la inversión del pagano (llamado a liquidar comisiones de novación, apertura, estudio, disponibilidad, subrogación, etc.; AJD; nuevo diferencial ajustado a la situación actual de los mercados mayoristas y de retribución del pasivo, esto es, disparado; cláusula suelo; unas cuantas nuevas modalidades de ejecución de garantías, incumplimientos cruzados, habilitaciones de compensación e imaginativos covenants; alguna que otra cancelación de derivados de cobertura, o punto especulativos; y varias minucias más que seguro me dejo en el tintero) a mayor gloria de la no dotación. Time is money, y respirar tiene un precio, pero apoquinar por agonizar es de componente masoquista, y son malos tiempos para el altruismo corporativo a mayor gloria de la consolidación sistémica (de la banca, se entiende). Recuerde que a usted le pagan por defender el interés social de su compañía, asuma que sobre sus interlocutores al otro lado de la mesa pesa simétrico deber, y no olvide que su entidad financiera es un proveedor (y no su asesor de confianza, aunque así lo creyera en el pasado) de un bien hoy extremadamente escaso, y del que está desesperadamente falto. Y es que, para la empresa de a pie, esto es, la suya, ni FRIB, ni FROB, que diría el clásico. No hay caldero de oro al final del arcoiris.

Finalmente, antes de firmar, que no le pueda la avidez ni el hartazgo. Respire hondo, por nariz y boca, y reflexione sobre si lo que tiene ante sus ojos es el tablón al que aferrarse para aguantar unos cuantos embates más del temporal, hasta que amaine, o su testamento ológrafo camino del registro de últimas voluntades, suponiendo, claro está, que usted a lo que aspira es a seguir en la brecha.

Se da hoy en día mucha muerte dulce, también conocida en el argot bancario de nuestros días como zombificación.

Y para terminar, acudamos al sabio diccionario de El Guerrita concluyendo que lo que no es, no puede ser, y además es imposible. No se encomiende a los milagros. Si la vía de agua ya no es taponable, no desafíe a Arquímedes, mejor largar y nadar que abrazarse al ancla. Lo de que el capitán tiene que hundirse con el barco es de Piratas del Caribe. Con la escasez de empresarios que tenemos, no se desperdicie, es usted un escaso bien social.

Emiliano Garayar. Garayar Asociados Abogados

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