La culminación de la crisis griega se acerca como un lento elefante ciego, al que algunos no quieren ver, aunque oyen los ruidos del destrozo que produce en su avance. Un buen día estará ante nosotros y no habremos superado la capacidad de sorprendernos. De momento, Grecia prepara el camino: nuevo incumplimiento fiscal para pedir más dinero a renglón seguido, más allá de los 8.000 millones bloqueados del primer rescate, y ante la evidencia de que el elefante es insaciable, Atenas planteará una quita notable a sus acreedores, con el permiso de sus socios. Pero antes tienen que hacer unas cuantas cosas.
Con caráctrer preventivo los gobiernos europeos, sobre todo el alemán y el francés, deberán recapitalizar sus bancos para que puedan encajar el golpe. Con qué dinero se haga, ya se verá, pero no hay muchas opciones: ampliaciones de capital entre sus socios, o inyecciones de dinero público, provenga de las arcas públicas de cada Tesoro a del fondo de rescate europeo. La onda expansiva de un semidefault griego es muy superior al daño a los bancos acreedores, porque supone que la propia banca griega quebraría, salvo recapitalización por parte de las autoridades europeas, y arrastrarían a todos los bancos que a su vez son acreedores de la banca griega, y haría un notable daño al balance del BCE, que seguramente es ahora el primer tenedor de bonos griegos.
Pero parace inevitable la operación. Ya lo hemos dicho en otras ocasiones: subsidiar de por vida a Grecia puede generar un serio brote de nacionalismo europeo del malo, (¿hay nacionalismo del bueno?) con un coste político seguramente superior al salvamento de Grecia vía quita del 50%, 60% o 70%. Cada día que pasa más gente se convence de la necesidad de llegar a tal remedio. El mercado estaría dispuesto a precipitar la caída ya, pero es consciente de que el engrase de la banca es necesario, y habrá que esperar a febrero o marzo. El principal problema es la capacidad de aguante de la sociedad griega y de su Gobierno, que se presionan mutuamente. Hay un extendido temor a que el Gobierno de Yorgos Papandreou tire la toalla, acosado como está por la calle, la troika y los mercados, convoque las elecciones y paralice el proceso.