Si quiebra Grecia pierde toda Europa
Enésimo acto de la tragedia griega: declaración unilateral de la bancarrota, dando la espalda a los mecenas europeos que comparten el euro con Atenas. Los mercados manejan esta posibilidad desde hace tiempo, por mucho que los políticos la nieguen y que a la ciudadanía le parezca ciencia ficción. Las circunstancias encadenadas desde que hace año y medio Grecia levantó la mano para pedir ayuda han engordado la idea de que la quiebra es posible. A continuación, todo aquel que tenga algo que decir en este asunto, todo aquel que se juegue un euro en la cuestión, y en Europa casi nadie se escapa, se ha puesto a analizar qué ocurre con el resto de las piezas del mecano euro si Atenas no atiende sus obligaciones con los acreedores, lo haga ordenada o radicalmente.
En el asunto hay juego de amagos y apuestas políticas, hay cálculos electorales en todos los escenarios europeos, hay intereses financieros abultadísimos y, sobre todo, hay una búsqueda desesperada de una solución a una economía que se jibariza cada día y no encuentra el crecimiento que le proporcione un escudo ante los mercados. En realidad, Grecia ya ha declarado una suspensión de pagos interna, y ha solicitado a sus socios comunitarios que corran con los gastos y le presten recursos para pagar a sus acreedores. En realidad sus socios han aceptado la suspensión y han aprobado ya los términos del rescate, que tiene que tener una contrapartida de estricto cumplimiento de los nuevos escenarios de déficit por parte griega, así como un calendario político y financiero previos a la aplicación del rescate.
No es nuevo que Grecia incumpla su compromiso reciente de déficit y crecimiento, porque esta historia comenzó con la ocultación intencionada de información sobre el estado real de su economía y sus cuentas públicas en el momento de integrarse en la moneda única. Pero quienes ahora cubren sus espaldas quieren que esto no vuelva a ocurrir, y solo pondrán a disposición de Atenas el dinero, al menos según la interpretación de Alemania, que debe ser a este respecto seguida a rajatabla, si los nuevos compromisos helenos se ajustan a lo firmado.
La presión de Alemania en este asunto es muy firme porque es creciente la opinión germana (y holandesa, y finlandesa, y austriaca, y...) de que sus contribuyentes pagarán el despilfarro heleno únicamente si se pone coto a nuevos despilfarros, a nuevos déficits. Los socios políticos de Angela Merkel no pierden ocasión para cuestionar su política de beneficencia con Grecia, aunque la posición de la canciller se ha fortalecido desde que el Tribunal Constitucional alemán ha validado la participación germana en los rescates. Pero la bandera de excluir a Grecia del euro sigue agitándose, como se agita la de que suspenda todos sus pagos y no sea preciso el rescate, sin pensar demasiado qué otras fichas se activan con esta.
¿Es posible una quiebra soberana en la zona euro? ¿Es posible que un socio abandone el euro? Hay cada vez más defensores de esta posibilidad, como los hay de que Grecia recupere su moneda castiza, la dracma, y deje el euro. Pero es evidente que en ambos casos, además de los griegos, habrá víctimas en toda Europa. Si Atenas declara la bancarrota renunciando a un plan de rescate decidido y financiado por sus socios, cosa harto difícil puesto que Grecia es un país a todos los efectos intervenido y sin capacidad para tomar decisiones importantes, si declara la bancarrota pondrá al borde de la quiebra a las grandes entidades bancarias alemanas y francesas, en cuyo auxilio deberán acudir sus Gobiernos. En el supuesto plan de quiebra simulado por los países centrales del euro parece contemplarse ya que sea el fondo de rescate quien capitalice a los bancos, ya que sus recursos no serían necesarios para abonar las deudas helenas.
Pero todas estas hipótesis, como hasta ahora ha ocurrido, serán desbordadas por las circunstancias. Por tanto, no estaría de más preparar ese terreno, dotando a Europa de mecanismos de defensa ante una quiebra interna, sin que ello suponga una ruptura del territorio euro ni del proyecto euro. Si el mercado fuerza la quiebra no tendrá estímulos a forzar otra, puesto que lleva implícita la pérdida del dinero prestado. Otra cuestión es si una vez forzada la salida de un socio del euro puede evitarse que empujen a otros a hacer lo mismo.