El Gobierno español debe darse cuenta
Las preocupaciones sobre Francia e Italia han apartado a España del foco de atención. Los rendimientos de la deuda española bajaron después de que el BCE irrumpiera en el mercado la semana pasada para aspirar los bonos del país. Pero mientras que Italia sirvió un nuevo plan de austeridad acelerado para convencer al BCE para actuar, la misma urgencia no ha sido evidente en Madrid. Las nuevas medidas de recortes del déficit, que se darán a conocer hoy, deben ser duras y completas.
Es verdad que el Gobierno anunció 5.000 millones de euros en recortes adicionales. Pero la mitad de ellos provienen de adelantar la recaudación de impuestos a grandes empresas del 2012 a este año. La afirmación del Gobierno de que España no va a requerir un plan de rescate solo será convincente si este Ejecutivo, o el que vaya a sustituirlo en noviembre, se muestra dispuesto a ser más agresivo.
Los problemas son profundos. La carga total de la deuda española puede no ser tan alta como la de otros países de la zona euro. Pero el objetivo del déficit del 6% del PIB para este año, que debe caer al 3% en 2013, parece difícil de lograr. España no puede crecer lo suficiente como escapar del problema. La economía aumentó un 0,2% en el segundo trimestre, menos que el 0,3% de los primeros tres meses del año. El desempleo, al 21%, es el peor de la UE.
Profundizar en las reformas estructurales y hacer más recortes son las únicas opciones, pero suponen un gran desafío. El Gobierno central redujo un 21% su gasto en los primeros cinco meses del año y tiene como objetivo reducir su déficit a la mitad. Pero algunos Gobiernos regionales locales no cumplirán los objetivos este año. Según los sondeos, es probable que el Gobierno socialista pierda las elecciones. Pero sigue siendo cuestionable que el próximo Ejecutivo sea capaz de conducir a España hacia la viabilidad económica y financiera. El riesgo es que España necesita apoyo externo, y no está claro que las economías centrales de Europa puedan ofrecerlo. Hay mucho en juego. La ministra de Economía, Elena Salgado, tiene otra oportunidad esta semana para demostrar que es consciente de ello.