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El BCE gana tiempo a costa de credibilidad

La forzada demostración de amor del BCE hacia los bonos italo-españoles ha relajado la prima de riesgo de la deuda española e italiana. Pero hay cosas, como nos enseñó Joy Division, que no funcionan aunque parezcan excelentes.

El primer punto débil en la decisión del BCE es que se ha tomado con la resistencia evidente de Alemania, su principal "accionista". Y el segundo, consecuencia del anterior, es que el mercado adivinará más temprano que tarde hasta donde llega la voluntad de intervención de Fráncfort, que no se antoja demasiado elevada a la vista de la oposiciòn de Berlín. Y ya decía Ian Curtis que cuando las ambiciones son bajas y los resentimientos galopan, las emociones no crecen.

El año pasado, cuando intervino por primera vez en los mercados de deuda secundaria, el BCE compró en dos meses 60.000 millones de euros en títulos de los países entonces más castigados (Grecia, Portugal e Irlanda). A partir de entonces, ralentizó los desembolsos. Y durante todo el tiempo, "esterilizó" las operaciones retirando liquidez para no alentar la temida inflación. Al final, se hizo con títulos por valor de 74.000 millones de euros sin que la prima de riesgo de los países "beneficiados" haya mejorado.

Ahora tiene por delante una tarea mucho más ingente. En principio el BCE tiene capacidad para imprimir dinero y gestionar el rescate silencioso de Italia y España.

Pero cuesta creer que Alemania lo vaya a permitir en un momento en que la inflación supera el 2% en todos los países de la zona euro salvo en las diminutas Eslovenia e Irlanda. Aunque todos los analistas coinciden en que la mayor amenaza en estos momentos es la deflación, ya se sabe la obsesión con los precios que tienen el BCE y el Bundesbank (Banco Nacional de Alemania).

Y si el BCE supera su aversión al riesgo e inunda las arcas de Fráncfort con títulos de deuda, los analistas (incluso algunos de los que animan a Trichet a salir al mercado) no tardarán en vilipendiar al emisor por haberse convertido en un "banco malo" plagado de activos tóxicos.

Con esas limitaciones, la ayuda de Trichet puede llegar a ser incluso contraproducente. Por lo pronto, Italia y España han traspasado una peligrosa línea que les coloca entre los países incapaces de autofinanciarse sin ayuda exterior. Y los inversores saben que tras esa línea, por imposición de Berlín, puede acechar la llamada "participación voluntaria del sector público", una quita que en el caso de Grecia asciende de momento al 21%.

Así que por ahora, la única consecuencia clara de la celebrada irrupción del Banco es una merma en la credibilidad del emisor europeo. Si hubiera intervenido el jueves pasado, por unanimidad y por sorpresa, tal vez hubiera dejado abierta la incógnita sobre la dimensión de su ataque. Al hacerlo bajo presión de París y Roma, más de un taimado inversor dudará de la pasión del BCE por su papel como moderador de las primas de riesgo. Sobre todo, si a la vuelta del verano se encuentra con Francia y Bélgica entre sus nuevos "amantes". "Love, love will tear us apart".

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