Ir al contenido
_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La reforma y los números de las pensiones

La Tesorería General de la Seguridad Social distribuyó ayer los datos sobre la factura de las pensiones en España, en los que revela que ya hay 8,8 millones de prestaciones en el sistema que absorben 7.100 millones de euros al mes, un cheque que no deja de crecer, y que en los últimos 12 meses lo ha hecho a un ritmo del 5%, pese a que las cuantías de las pensiones se congelaron en enero tras el decreto de recorte del gasto público aprobado por el Gobierno y el Parlamento en mayo de 2010. No deja de crecer porque no dejan de hacerlo dos variables con un crecimiento inevitable, cual es el número de pensionistas y la cuantía de las nuevas prestaciones de jubilación, apalancadas en unas carreras de cotización mucho más sólidas a medida que pasan los años. Ese efecto de sustitución y el aumento del número de pensionistas, que se acelera cuando el mercado de trabajo fuerza la salida precipitada de los activos hacia el retiro, han generado ese avance del 5% en la cuantía agregada del gasto hasta julio.

No obstante, ese aumento de los pagos coincide con un movimiento de proporciones más modestas, pero en sentido contrario, de los recursos del sistema público de pensiones. En los primeros meses del ejercicio (solo hay datos disponibles de esta materia hasta mayo), los ingresos generales del sistema se han estancado, pero con un descenso significativo (del 1,32%) de las aportaciones por cotizaciones. Dado que tanto ingresos como pagos acumulan ya unos cuantos trimestres con estas mismas tendencias, los números negros del sistema de pensiones comienzan a agotarse, y empieza a surgir la duda sobre cuándo perderá la Seguridad Social el superávit de explotación (ingresos regulares por cuotas, menos gastos regulares por prestaciones económicas) y tendrá que empezar a echar mano de los recursos acumulados en el fondo de reserva capitalizado desde 2000. Ya ahora los números negros son imputables íntegramente a las aportaciones financieras del fondo, a los intereses devengados por sus inversiones en deuda pública.

El Gobierno ha negociado con los agentes sociales una reforma de la financiación de las pensiones formalmente rigurosa, con una profundidad que no ha proporcionado al resto de las normativas revisadas. Refuerza en el largo plazo el mecanismo de acceso a las prestaciones y si la economía tiene un comportamiento aceptable, pero desde luego con más dinamismo que el actual, las pensiones podrían estar en vías de ser garantizadas. Eso sí: da la impresión de que los periodos transitorios aplicados a cada variable, tanto la edad de jubilación como la ampliación de la base de cálculo de las prestaciones, son demasiado dilatados como para resistir, y que solo lo harán si el crecimiento de la economía echa una mano al fondo de reserva acumulado.

La reforma de la Seguridad Social se ha planteado con un determinado movimiento de las variables tradicionales de la economía: crecimiento, productividad, salarios, inflación y revalorización de pensiones. Pero cada vez es más evidente que estas podrían marcar unos ritmos bien diferentes, porque diferente debería ser también el modelo productivo del país. La evolución de las bases de cotización serán determinantes tanto para conocer la disponibilidad de recursos para pagar las pensiones de la próxima generación como para calcular cómo serán las prestaciones de jubilación de dentro de dos generaciones.

Los datos publicados ayer por la Tesorería alertan de que las pensiones están creciendo más rápido que las remuneraciones (un 61% desde 2000, mientras que los salarios lo hacen en un 40%), lo que supone que las bases de cotización (salarios) están contrayéndose en términos comparativos respecto de aquellas. De hecho, la pensión de jubilación del régimen general de los nuevos pensionistas está al nivel mismo del salario medio contabilizado por Hacienda en su última memoria tributaria. Esta jibarización de los salarios por la concentración excesiva de la nueva ocupación en servicios de poco valor añadido, o en la construcción cuando se recupere, es una alerta para el sostenimiento de las pensiones si mantienen los avances actuales en sus cuantías. La Seguridad Social necesita más que ninguna otra institución financiera un cambio de modelo productivo que prime las manufacturas y su productividad para asegurar los retornos con garantías.

Archivado En

_
_