_
_
_
_
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El crecimiento necesita de nuevos impulsos

El acuerdo logrado por los jefes de Estado y de Gobierno del Eurogrupo el pasado jueves para el rescate de Grecia, en una combinación de canje de bonos, ampliación de la línea de crédito y abaratamiento del coste, así como la posibilidad de que el fondo de rescate europeo pueda adquirir bonos en el mercado secundario de los países grandes a los que la crisis soberana amenaza con extenderse, terminará por relajar la presión sobre los bonos españoles e italianos. De hecho, la semana pasada la prima de riesgo de España, medida como el diferencial de rentabilidad entre las emisiones a 10 años españolas y las alemanas, cerró por debajo de los 300 puntos básicos, tras haberse acercado peligrosamente a los 400 al principio de la semana, cuando las dudas se cernían sobre Europa. Se ha creado, o al menos esa es la intención de los dirigentes comunitarios, un rocoso cortafuegos, aunque para ello haya que admitir que entre todos los europeos, a través de sus emisiones, y la banca acreedora con sus quitas y canjes de bonos, han puesto en marcha un sistema de subsidio general para Grecia a cambio de que haga sus reformas y trate de recomponer su crecimiento y su solvencia.

Desde luego que los fundamentales de la economía española no justifican un riesgo país tan elevado, y unos tipos de interés por los bonos a 10 años tan altos. España está muy alejada de los niveles de endeudamiento del resto de los países en situación crítica, así como de los países centrales de la zona euro, y ha empezado a encaminar las reformas y el control de sus cuentas públicas. Pero en un mundo no recuperado del todo de la crisis financiera, en el que la financiación es muy selectiva por el riesgo que ha generado la burbuja de la deuda, las dudas se ceban con España por la escasa visibilidad sobre su crecimiento en el medio y largo plazo. Tras 14 años de avance muy fuerte de la demanda, el crédito y el empleo, España se apresta a digerir estos efectos con cambios profundos en su sistema financiero, en su modelo de crecimiento y en la estructura de su población laboral activa.

Después de tres años con la economía en recesión o avances muy pobres, y tras un arranque del año esperanzador, los datos del segundo trimestre no apuntan hacia el optimismo. Según los indicadores adelantados manejados por los analistas y el propio gabinete de análisis del Ministerio de Economía, en el segundo trimestre del ejercicio el avance del PIB ha sido más moderado que en el primero, en el que la demanda externa aceleró súbitamente la actividad.

La inmensa mayoría de los indicadores de demanda interna han acentuado su caída, y solo las actividades turísticas por la llegada de extranjeros parece estar en positivo. Ni la disponibilidad de bienes de consumo o equipamiento, ni la matriculación de coches, ni el consumo de energía eléctrica, ni las ventas de las grandes corporaciones ni la financiación vía crédito de las empresas tienen buena cara. Las apuestas para el segundo trimestre en tasa intertrimestral no superan un crecimiento del 0,1% o 0,2% en el mejor de los casos, frente al 0,3% del periodo enero-marzo. El ánimo de los consumidores sigue paralizado, porque paralizado está el comportamiento de la renta disponible en un país en el que sigue descendiendo el empleo, suben los impuestos y los tipos de interés y, sobre todo, en el que la expectativa venidera no está despejada.

Y esa es precisamente la variable que hay que cambiar. La confianza parece pasar necesariamente por devolver el crédito entre los financiadores exteriores para que relajen el coste al que someten las emisiones de España, y liberar así recursos para la inversión, además de abaratar el crédito para la actividad privada. Por tanto, el Gobierno debe ajustar los gastos a la marcha de los ingresos de tal forma que no haya duda alguna sobre la capacidad de lograr el objetivo de déficit fiscal para este año y los dos próximos, en los que España se ha comprometido a volver al 3%.

Pero deben intensificarse también las reformas que generen crecimiento y empleo, sin descartar ninguna, y someter a revisión aquellas que han hecho en el último año pero que no han encontrado el eco de los agentes productivos, y sin olvidarse de una reforma de la fiscalidad que estimule la actividad productiva.

Más información

Archivado En

_
_