Indicios de vida inteligente en la UE
Al fin, una solución creíble para la crisis de la deuda. Ni pacto de mínimos, ni patada a seguir. El plan del Eurogrupo apunta a solucionar el gran problema planteado a la zona euro, no a servir intereses personales. Queda por ver si el daño hecho a la credibilidad del euro puede, o no, cicatrizar. Y queda por ver si, hoy, mañana o especialmente el domingo algún medio germano no publica declaraciones o filtraciones de Berlín tratando de aguar el pacto. Nunca se sabe. De ello dependerá si la UE consigue cerrar la hemorragia y evitar el contagio a Italia y España.
Que Grecia pueda pagar su deuda, aun con el plan aprobado ayer, es algo incierto. Tiene una deuda del 160% del PIB, que el plan contempla reducir un 21%. Pero, aun así, con un 140% de deuda sobre PIB y un coste financiero medio de, por ejemplo, el 4%, el servicio de la deuda sería de un 5,6%. Es decir, Grecia necesitaría, para estabilizar su deuda en ese 140%, generar un superávit primario (antes de intereses), del 5,6%. A cierre de 2010 soportaba un déficit primario del 4%, según datos del BCE.
La diferencia fundamental, la que definirá si el 21 de julio es un antes y un después en el euro, es el compromiso. El fondo europeo tiene capacidad para comprar deuda o realizar préstamos de emergencia a países que no están bajo su paraguas, como serían España o Italia, luego puede servir para paliar problemas de liquidez en países solventes (como son estos dos últimos). El plan esbozado ayer no serviría para rescatar a España e Italia en caso de insolvencia, pero se parte de la base de que las finanzas de estos dos países son sostenibles.
Por otra parte, la cumbre ha transmitido un mensaje muy claro, al adoptar un programa ambicioso y técnicamente complejo (rompiendo así la inercia de soltar dinero y castigar al griego). Eso también debería contener el contagio a otros países, pues tanto daño como los déficit disparatados ha hecho la sensación de incertidumbre y desgobierno. Por eso, además de poner en marcha un programa y aplicarlo, sigue siendo imperativo que los políticos sean capaces de mostrar su compromiso con el euro.
La partida de póker, en fin, ha terminado. Todo el mundo (los bancos, el BCE, Grecia, Alemania o el FMI) jugaba de farol, todos sabían que los demás jugaban de farol y todos sabían que la única salida inteligente sería un pacto como el perfilado en el Eurogrupo. La baraja no se ha roto, pero hay que comprobar que ninguno de los jugadores opte por volver a sentarse a la mesa y tirarse un nuevo farol.