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No es España ni es Italia; es el euro

¿Por qué ahora? Las finanzas españolas, o las italianas, no son como para presumir. Pero han aparecido en el punto de mira de los especuladores de un día para otro, especialmente Italia, a pesar de ser dos piezas infinitamente más difíciles de cazar que las pequeñas Irlanda, Portugal o Grecia.

Con los números en la mano, España está muy lejos de una situación límite en sus finanzas. Italia algo menos, porque tiene el doble de deuda, en torno al 120%. Pero son dos emisores de bonos líquidos, con una elevada demanda interna, y por tanto difíciles de asfixiar cerrando el grifo del mercado exterior (caso de Portugal). Y tampoco tienen los agujeros negros de Irlanda o Greica, amén de ser demasiado grandes para caer: los efectos para el conjunto de Europa serían catastróficos.

Sin embargo, los tipos se han disparado en torno al punto porcentual en 15 días, en prácticamente todos los plazos. En el caso de Italia, el repunte se ha acelerado en los plazos inferiores a 10 años y la curva se ha aplanado. ¿Piensan los inversores que serán rescatados o que quebrarán?

Quizá no. La semana pasada lo apuntaba Andrew Garthwaite, de Credit Suisse. Apostar contra Italia es una forma de jugar la carta de la posible ruptura de la zona euro. Una posibilidad que el vodevil de la UE hace cada semana más verosímil. El euro se construyó bajo las premisas, hoy demostradas incompatibles, de que no habrá ni defaults ni rescates. Y tampoco se ha contemplado la opción de que un país se vaya o sea expulsado unilateralmente de la moneda única. Varios Estados, liderados por Alemania, se niegan a aceptar la corresponsabilidad fiscal. ¿Entonces?

Si no hay acuerdo para Grecia, alguna de las citadas premisas se incumplirá. Y, si se incumple con un país, existe el riesgo del efecto dominó. Wolfgang Münchau, en FT, asigna una probabilidad del 50% a la ruptura de la moneda única.

Una nueva peseta o una nueva lira no tendrían, en caso de ruptura de la moneda única, la misma paridad que el euro actual. Los beneficios de una devaluación para la actividad económica serían, también perjuicio para el pago de las deudas contraídas con el exterior, denominadas en la divisa fuerte. La capacidad de colocar deuda en el mercado se vería muy mermada y la sostenibilidad de las finanzas públicas, por tanto, amenazada.

Obviamente, este análisis es demasiado lejano para un mercado que vira en redondo a la velocidad de la luz. Pero los inversores muchas veces no analizan, sino que apuestan. El caballo es la posibilidad de una ruptura del euro; España o Italia son un medio eficiente de jugar esta carta; más que operar con divisas o con renta variable.

La solución a esta situación es exclusivamente política. El mercado quizá tenga algún prejuicio contra los Estados mediterráneos. O no. Se equivoca, es bipolar y siempre exagera. A veces sin motivo. Pero en este caso los líderes europeos dan motivos un día tras otro. Probablemente este jueves lleguen a algún pacto de mínimos para salvar la cara y el euro. La duda es si el mercado, después de año y medio de idas y venidas, comprará la idea.

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