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Columna
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Ya no tanta 'dolce vita' para Italia

La crisis italiana deja a la zona euro sin opciones. El país es demasiado grande como para quebrar y ser rescatado. Pero Italia puede enfrentarse a su crisis.

Sorprende que la crisis no haya llegado antes allí. La economía del país es un cóctel explosivo de bajo crecimiento y alto nivel de deuda -en la actualidad mayor que la portuguesa y española con un 120% del PIB-. Las tensiones políticas entre Silvio Berlusconi y el ministro de Finanzas, Giulio Tremonti, han despertado a los mercados. Los bonos a 10 años aumentaron 1,2 puntos porcentuales desde principios de julio.

Italia tiene colchón. Su coste medio de deuda se sitúa en el 4,125%. Pero necesita refinanciar más de 860.000 millones de deuda relativamente barata a finales de 2015, según Evolution Securities. Barclays Capital estimó en junio que el diferencial de 200 puntos básicos sobre los bonos a siete años podría ser insostenible a largo plazo. Ahora están en 370 puntos básicos. El incremento de la rentabilidad de los bonos es un gran dolor de cabeza para la zona euro. El BCE podría tratar de reducirla comprando bonos del país, pero 1,6 billones de euros de deuda se traduce en un impacto más bien simbólico.

Italia tiene algunos puntos fuertes. La gestión fiscal restrictiva llevada a cabo por Tremonti ha mantenido el déficit a la par con Austria y por debajo de Francia. Su mercado de bonos está respaldado por leales inversores locales, que han comprado alrededor de la mitad de la deuda. Y se las ha arreglado para esquivar la burbuja inmobiliaria que afectó a Irlanda, dejando a sus bancos y sus contribuyentes relativamente sanos.

Cuenta con un gran problema: los políticos. La frágil posición actual del Gobierno dificulta que los inversores crean que Italia puede mostrar cohesión política para imponer medidas adicionales de austeridad y reformas.

Italia necesita más austeridad. El anémico crecimiento deja vulnerable al país ante los costes crecientes. Nuevas reformas, especialmente en el mercado de trabajo, enviarían una poderosa señal a los inversores. Italia puede hacerlo.

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