España debe desmarcarse de la espiral del mercado
El peligroso correcalles al que los inversores mundiales han sometido a la deuda europea en las últimas sesiones responde, en parte, a la endeblez institucional de la Unión Monetaria; en parte, a la debilidad fiscal de unas cuantas economías que no crecen, y, en parte, al atolondrado proceder de los líderes europeos, que pretenden salir al quite de cada embestida especulativa como si esa fuera una manera racional de gobernar una crisis estructural. El debate sobre cómo resolver la incapacidad de pago de uno de los miembros de la eurozona debe avanzar hacia un proceso ordenado de impago. No quedan muchas posibilidades a países con endeble estructura productiva como Grecia, con el riesgo de generar una reacción popular creciente contra la fórmula solidaria de repartir los sacrificios que hasta ahora se ha impuesto en la Unión Europea, pero que no ha resuelto el problema y ha debilitado la moneda.
La endeblez institucional de la UE puede superarse también admitiendo que quien no puede pagar incumple sus compromisos, sin que ello suponga un menoscabo para el proyecto euro. Jugar y permitir que se juegue siempre a que no caerá nadie porque siempre habrá una red de seguridad es la lotería más segura para la especulación, que debe evitarse para que tanto acreedores como deudores sepan a qué atenerse. Nadie debe plegarse a la propuesta de nadie, por muy poderoso que sea; pero el debate debe abrirse con serenidad y sin prejuicios, y atenerse a las conclusiones, aquellas que sean adecuadas para la consolidación del euro, evitando el riesgo moral acostumbrado de los últimos años.
Mientras tanto, cada país debe hacer su parte para contribuir a la estabilidad del euro. Italia con la suya, adelantando la parte del león de su recorte de gasto a 2011, y España también. Debe hacer abstracción de las circunstancias electorales que enturbian una gestión diáfana de la economía, y poner la mente en la media docena de cosas que son imprescindibles para que el país abandone la espiral endiablada en la que los mercados la han metido hace un año.
Si hace unos meses estaba extendida y consolidada la sensación de desacople de España de la espiral griega, hoy, a propósito de la negociación de un segundo rescate para el país heleno y la discusión sobre la posibilidad de un impago selectivo de sus emisiones, ha vuelto a verse envuelta en la galerna, al igual que Italia. España no puede ni debe soportar una prima de riesgo disparada y unos tipos sobre su deuda incomprensiblemente desenfrenados, entre otras cosas porque los fundamentales de su economía no los justifican. Por ello, debe proseguir con el guion marcado para devolver la confianza a los mercados, tanto en reformas como en consolidación fiscal. Algunas pistas dio ayer el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, tras verse con Herman Van Rompuy que parecen encaminadas: la evolución de los números, tanto en ingresos como en pagos, indican que el objetivo de déficit se cumplirá, y si algo lo impidiese se comprometió a tomar medidas. En todo caso, si la presión de los mercados persistiese, no estaría de más un esfuerzo adicional en ingresos o en pagos, una señal explícita de que España no genera dudas. Además, el itinerario de las reformas estructurales no debe incumplirse en ningún caso, salvo para adelantarlo o para intensificar la profundidad de alguna de las reformas, como la de los convenios, o la de la contratación, que no han calado en el ánimo empresarial. Convendría también añadir decisiones sobre el sistema energético que esclareciesen el marco regulatorio para que inversores y consumidores supiesen a qué atenerse, y para clarificar quién soporta cada coste sin que sea el presupuesto público quien financie el déficit generado.
Por el camino, debe acelerarse la transformación del sistema financiero para contribuir a restaurar, primero, la confianza en España y recuperar, después, un flujo de crédito que ahora está cortocircuitado por los elevados niveles de solvencia exigidos, que deben ser recompuestos con recapitalizaciones urgentes. Algunas se harán en la Bolsa la próxima semana, como Bankia y Banca Cívica. Pero otras dependen de decisiones comprometidas por el Banco de España con algunas de las entidades más vulnerables que no han logrado capturar capital privado para recomponer sus ratios de solvencia.