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Columna
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Una 'feijoada' a la francesa

Sobre el papel, la propuesta de unir los activos de Carrefour en Brasil con los de la empresa local Pão de Açúcar encaja perfectamente con el deseo del país de la samba de crear un campeón nacional de cara a la escena mundial. Esto no solo crearía una empresa dominante en el mercado doméstico, también daría a los intereses brasileños la posibilidad de ocupar altos cargos y una importante participación en el minorista francés.

De hecho, la idea era tan atractiva para Brasilia que el Banco de Desarrollo (bajo control estatal), el BNDES, dio su aprobación mediante el aval de 2.400 millones de dólares para su financiación. Ello le otorgó a la transacción cierto cariz de seriedad.

Solo había un problema, la también francesa Casino esperaba tomar el control de Pão de Açúcar el año próximo gracias a una opción garantizada en 2005. La empresa acusó al presidente de la minorista brasileña, Abilio Diniz, y a Carrefour de pasarse la ley por alto.

Y eso es un gran problema potencial para el Gobierno. Brasilia no puede ser juzgada por decantarse por un lado en una disputa cuyo resultado puede suponer un riesgo para el imperio de la ley -un bien fundamental para la capacidad del país de atraer inversión privada-.

Lo que no es precisamente una broma para Brasil. El Gobierno ya alejó a los inversores extranjeros de dos monstruos controlados por el Estado. A comienzos de año, despidió al CEO de Vale después de que este implementara programas que favorecían las políticas sociales sobre los beneficios. Y el año pasado, el Gobierno obligó a Petrobras a comprar reservas en alta mar a precios más altos de lo normal.

Afortunadamente, en la feijoada del Pão de Açúcar el Gobierno ha reconocido finalmente los peligros de inclinarse a favor de Carrefour. El BNDES ha empezado a dar marcha atrás, haciendo hincapié en que sus fondos están supeditados a que Casino esté de acuerdo con la oferta. Lo que es poco probable que se produzca sin luchar. Con todo, sería mejor para el Gobierno comprometer lo que le queda de su buena fe capitalista antes que dejar a los tribunales resolver el conflicto.

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