_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fatiga institucional e indignación ciudadana

La historia de la Unión Europea, que hasta hace unos años había sido un ejemplo con el que muchos países querían identificarse, se encuentra ahora en un dramático punto de inflexión. La UE es hoy rehén de sus propias vacilaciones y de su incapacidad para profundizar en su proceso de integración.

La crisis de confianza que azota a la Unión Europea se refleja en diversas formas y tiene distintos matices:

l Creciente malestar de las clases medias que sienten cómo se reduce su capacidad económica y pierden los beneficios sociales que había aportado el Estado del bienestar.

l Sensación de precariedad e inseguridad que se ha instalado en muchos grupos y clases sociales profesionales y especialmente en los jóvenes.

l Fortalecimiento del euroescepticismo, a través del cual se manifiesta la debilidad de los líderes políticos y de los responsables económicos, a la vez que renacen movimientos de las más variadas formas de populismo.

l Por último, la desconfianza entre los socios y aliados se encuentra en niveles difíciles de superar.

La UE está impregnada de una profunda crisis, que de financiera se convirtió en económica y que de crisis de deuda soberana se ha convertido en una grave crisis política. Situada en una posición vulnerable, ahora el elemento más visible es la falta de sintonía de algunos de los líderes europeos clave. La contradicción de sus discursos y mensajes, prueba de su incapacidad para responder a esta crisis, no es compatible con los "cordones sanitarios" o rescates que han demostrado ser, en el tiempo que llevan aplicándose (más de un año en el caso de Grecia), injustos e ineficaces. Tal es la situación que durante la última reunión del Ecofin se oyó a varios ministros de Economía mostrar su fatiga ante esta situación.

El estricto cumplimiento de los ajustes, dictados por el llamado directorio europeo (Angela Merkel y sus allegados) no está resolviendo el problema de los países endeudados, sino más bien todo lo contrario. Es muy difícil que un país muy endeudado, con elevado déficit exterior y sin poder devaluar, pueda pagar sus deudas, recortar los gastos y ganar rápidamente competitividad mediante drásticas reducciones de salarios. No tan solo es difícil sino que no se encuentra en la historia reciente algún ejemplo que haya acabado con éxito.

El propio FMI acaba de señalar que para solucionar los problemas en los que se encuentra la eurozona no hay más receta que avanzar hacia una integración económica real. Hay que reforzar la gobernanza económica, es decir, hay que hacer más Europa.

Sin embargo, la señora Merkel, en quien la UE ha delegado el liderazgo económico europeo, influenciada por la política electoralista y por la salvación de los bancos alemanes, no parece dispuesta a dar un giro determinante en la política económica de la UE.

Así que no es raro que, junto a la fatiga de los ministros de Economía, crezca la indignación de los ciudadanos europeos, de manera que el Movimiento del 15-M ha anunciado manifestaciones para mediados de julio contra el Pacto del Euro. Los líderes europeos dicen que el Pacto del Euro debería permitir el impulso de la competitividad y del empleo, contribuir en mayor medida a la sostenibilidad de las finanzas públicas y reforzar la estabilidad financiera.

Según el movimiento de indignados, el Pacto del Euro es, en realidad, el mayor recorte al Estado del bienestar y a los derechos de los trabajadores europeos desde que existen ambas cosas en Europa. Probablemente, no sería mala medicina si el origen de la enfermedad hubiera sido el despilfarro público, pero la causa de la crisis fue la falta de prudencia y las alegrías del sector privado financiero de la UE, y, en particular, del sistema financiero alemán. Por eso, la reforma del sistema financiero para evitar nuevos desmanes y fallos es, como mínimo, igual de prioritaria que otras reformas más publicitadas, como la de las pensiones o la laboral.

Hoy en día, nadie tiene la menor duda de que lo que está en juego es el mayor logro del movimiento de integración europea, el euro, y, más allá, la existencia de la propia Unión Europea.

Agustín Ulied. Profesor de Economía de Esade y miembro del Team Europa

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_