Después de la selectividad, turismo
Antonio Rodríguez Ruibal advierte de la importancia de los estudios turísticos, actualizados a las necesidades de un país que quiera ser líder en recibir viajeros de todo el mundo
Increíbles vacaciones se merecen sin duda todos aquellos alumnos que se han enfrentado a la selectividad durante estos pasados días. Es una prueba crucial para su futuro. Universitario o no. Para su futuro. Un futuro lleno de dudas por la inestabilidad económica, y por la preocupación de la mayoría de los españoles por el paro. Menuda lacra. ¿Dónde les llevará tanto esfuerzo? ¿Qué viaje podrán emprender ahora ante un panorama incierto y ante una sociedad que directamente les ha dado por perdidos?
Sin duda, todos aquellos que han acabado sus exámenes finales se merecen unas vacaciones como se suele decir popularmente: "¡Como Dios manda!". Un destino sostenible con buenas infraestructuras turísticas y de calidad, con una ordenación territorial acorde con el entorno, un servicio políglota de exquisita atención, con atracciones interesantes y con unos precios acordes a la situación económica de la región. En definitiva, un destino que destaque sobre todo por su calidad en turismo.
Esa calidad viene dada, en todos los casos, por la formación recibida. La formación en turismo viene experimentando un declive social injustificado en los últimos años. Parece que el turismo, al haber sido la gallina de los huevos de oro en España porque no había paro, porque puedes viajar mucho, porque puedes conocer a mucha gente, y un largo etcétera de excusas infundadas, la formación en turismo era hasta hace bien poco un popurrí de asignaturas más vinculadas al mundo empresarial o al derecho, más que a la propia actividad turística.
Aunque el sector, que ha tenido muchos años continuados de crecimiento dando empleo a personas cualificadas o no y que está demostrando no obstante que es el motor económico del país, ha dejado por el camino a cientos de miles de personas. El turismo necesita una formación acorde a su panorama actual. Una formación adaptada a las realidades de los destinos turísticos, los recursos territoriales, las nuevas tecnologías y la innovación, sin olvidar una seria formación en idiomas.
Con la entrada del polémico Plan de Bolonia, esta formación ha sido, a mi entender, una de las grandes triunfadoras. Por fin, desde la creación de los estudios de Turismo por el CENP en 1957, estos tienen la misma categoría que cualquier otra antigua licenciatura, ¡más de medio siglo más tarde, siendo de las primeras potencias turísticas del mundo y generando más del 10% del empleo del país! Por fin, existe un grado universitario en turismo, con diferentes modalidades y especializaciones.
Técnicos en turismo, aeromozas, botones y un montón de oficios turísticos se han quedado obsoletos dejando paso a nuevos consultores, estrategas, directores de grandes multinacionales, community managers o revenue managers, entre otros. Todos ellos necesitan dominar las herramientas necesarias que cubran las necesidades reales del sector.
Ya no sirve simplemente solucionar balances contables y sanciones administrativas. La universidad debe formar turismólogos capaces de luchar a contracorriente en un sector clave para la economía de nuestro país. Las TIC o tecnologías de la información y comunicación están haciendo posible la actualización de todos aquellos trabajadores que estudiaron la antigua diplomatura en Turismo, o que ni siquiera por cualesquiera circunstancias personales pudieron emprender ese camino.
Ya no sirve ir a las facultades a estudiar turismo para probar, por no saber que hacer o simplemente por tener un grado universitario. El área turística necesita luchar por ser independiente y reconocida socialmente. España necesita un sector turístico fuerte que crea en sus trabajadores y que los trabajadores no se conformen con el intrusismo existente en su área de trabajo. Los empresarios y administraciones turísticas solo deben permitir gente cualificada y con gran espíritu de sacrificio.
Ahora, los estudiantes ya no van a las facultades ni escuelas de turismo porque no haya paro, porque es la moda, porque, total, ahora aunque la matriculación bruta haya descendido significativamente en la última década, los alumnos estudian turismo por algo realmente importante, por vocación.
Vocación por el turismo es una vocación de sacrificio, en ocasiones de malos sueldos y peores horarios, pero es una vocación capaz de sostener a un país que, si no fuera por esa vocación, podría haber empeorado la situación económica actual de España. Es por ello que, deseando las mejores vacaciones de verano a todos aquellos sufridores de este terrible examen, les deseo que las disfruten y les animo a que no descarten la posibilidad de descubrir, quién sabe, su verdadera vocación.
Antonio Rodríguez Ruibal. Profesor de la Udima