"Ya toca ir dejando el cargo, hay que saber irse"
Tiene planes: ver a sus nietos, seguir estudiando idiomas, viajar en tren. Y seguirá asesorando al grupo vinícola.
La vida de Miguel Torres, presidente de Bodegas Torres, está ligada al Penedés, donde se asienta esta empresa familiar fundada en 1870, y al concepto de negocio global desde hace más de medio siglo, cuando su padre decidió salir a vender vino al extranjero. Hoy es el principal grupo exportador de vino de España, presente más de 140 países. A sus 70 años, sigue viajando por el mundo y abriendo nichos de mercado, como su reciente estancia en Guadalajara (México) para cerrar un acuerdo con una bodega de tequila.
¿No ha pensado en dar paso a la siguiente generación?
Ya toca ir dejando el cargo, y estoy empezando a dejar cosas. Aunque cueste, hay que saber irse. Desde junio pasado cuento con un director general, Raúl Bobet, con lo cual estamos profesionalizando la gestión. Yo creo que me iré el año que viene, que me jubilaré como ejecutivo aunque siempre estaré ligado a la empresa. El consejo de administración será el que evalúe el trabajo de mis hijos se refiere a Miguel, que gestiona la bodega en Chile, y a Mireia, directora general de Jean Leon y los vinos del Priorato. Tiene otra hija que es médico. Aquí se evalúa a la familia y a los profesionales.
¿Es necesario que entre aire fresco en la organización?
El nuevo director general conoce la compañía fue director técnico de Torres, pero ha trabajado fuera y tiene muchas ideas. Es importante revisar los circuitos, reducir los costes, conseguir que las ideas fluyan y que la gente sea más participativa. Tenemos 1.350 trabajadores y creo que están motivados y sienten la compañía como suya. Eso es importante.
¿Cómo se logra esto?
Creyendo en ello y teniendo un departamento de recursos humanos que hace que todo esto sea real, pero también consiguiendo tener pocos niveles de mando, de manera que haya el máximo contacto con la base. Hay que estar cerca de la gente para que las ideas fluyan. Suelo hacer una comida de garbanzos en la cantina con diez empleados para ver cuáles son sus preocupaciones, que nos digan si están motivados y que nos ayuden a motivar a aquellos que no lo están.
¿Su estilo de dirección es participativo?
Ya llevo muchos años. Al principio me costó, pero a dirigir aprendí en el IMD Business School (en Lausanne, Suiza). Allí hice cursos de liderazgo, management, estrategia. Allí aprendí en 1993 que China era el futuro. Al cabo de un par de meses nos fuimos a abrir mercado. Mis estudios eran técnicos, relacionados con la viña; también había realizado cursos de finanzas, pero hasta los años noventa en casa no entró el marketing. Ahí fue cuando empezamos a cambiar.
Entonces se ha preocupado por formarse...
Y sigo. Nunca terminas de aprender. Ahora estoy aprendiendo ruso, ya que para nosotros es un mercado importante. Nuestros mercados fuertes en el vino son Inglaterra, Holanda, Alemania, Suecia, Estados Unidos y Canadá. En el brandy, México.
También habrá tenido fracasos.
En India llevamos un millón de euros perdidos, pero hasta que no modifiquen su proteccionismo en el sector de los vinos no saldremos adelante, aunque también sabemos que tenemos que estar ahí. China está creciendo mucho, y el bloque compuesto por Malasia, Australia, Turquía, Singapur, Indonesia y Corea, también. Estos países juntos tienen un PIB superior al de China. Hay que tener paciencia y apostar por ellos.
En su carrera habrá vivido diversas crisis. ¿Cómo les afecta esta?
Esta parece que no se acaba. Nosotros exportamos el 72% de nuestra producción y por ello nos va mejor. Recuerdo que la crisis de los años ochenta fue muy dura, después tuvimos la de los noventa con el problema de crédito, pero en dos años estuvo superada. En aquella época teníamos la peseta como moneda, entonces se devaluaba, subían las exportaciones y éramos competitivos. Ahora todo ha cambiado. Nosotros el año pasado tuvimos un beneficio pequeño. Y estamos observando que, desde el mes de marzo, en las zonas turísticas se nota una mejora y eso repercute en el consumo.
¿Cómo calificaría las reformas emprendidas por el Gobierno?
Tenían que haber llegado antes de lo que han llegado. Hay que apoyar al empresariado, que está acostumbrado a agacharse porque no sabe por dónde le viene la próxima bofetada. Lo importante para afrontar cualquier situación es tener fe en el negocio e ir a por todas. Mi padre en 1940 se plantó en Nueva York a vender vino, eso me demostró que trabajando se puede salir de todas las situaciones. Soy un adicto al trabajo.
¿Y también consigue que lo sean quienes trabajan a su lado?
Nos gusta ser muy transparentes. A nuestra fiesta de Navidad acuden 80 personas, damos una explicación de cómo ha ido el año y la previsión para el siguiente. Todos disponen de una tarjeta en la que manifiestan sus inquietudes y sus ideas. Nuestros valores son firmes, se sustentan en el trabajo bien hecho, en el respeto al medio ambiente. Tenemos ahora una reunión de bodegas españolas e internacionales para debatir qué hacemos contra el cambio climático. Vamos a hacer un protocolo de compromiso y queremos liderar este asunto porque nos jugamos mucho, nuestras viñas.
"El bodeguero no es buen empresario"
Dice que a sus hijos no les da consejos, "ya que se aprende mejor con el ejemplo". En su caso, él se fijó en las dotes de mercadotecnia de su progenitor. "Sabía generar confianza y la amistad de la gente". Miguel Torres cree que "los bodegueros no somos buenos empresarios". Entre otras razones, porque en el negocio del vino se habla otro lenguaje diferente, donde el corto plazo no tiene cabida. "Es una pasión con la que se puede ganar algo de dinero, pero los beneficios hay que reinvertirlos". Ahora mismo, con la crisis económica azotando, en Bodegas Torres "no hay reparto de beneficios, estos ya vendrán". Además, allí donde tienen negocios intentan colaborar en acciones sociales, como una escuela que recientemente han entregado en Tse Tsuan (China), para la que han estado buscando financiación.