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Tribuna
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No es iluminación todo lo que reluce

En los últimos tiempos estamos viviendo una verdadera revolución en el sector de la iluminación con la entrada de la tecnología led, que junto con la subida de las tarifas eléctricas, el elevado precio de los combustibles y la crisis económica están contribuyendo a que nuestro sector se vea afectado, confundido y de alguna forma desorientado. Hasta hace muy poco, tanto fabricantes de iluminación como usuarios teníamos muy claro cuáles eran las reglas del juego. Toda la normativa y regulación existente hasta el momento nos ha llevado a unos y otros a disponer y disfrutar de una calidad de iluminación de estándares sobresalientes que nos ha proporcionado seguridad, belleza y productividad.

Me explico. Una iluminación de calidad nos ha dado seguridad como conductores y ciudadanos, nos ha permitido disfrutar más de la belleza de nuestras ciudades y monumentos, ha prolongado la actividad económica y de ocio… Todo ello ha sido posible porque los agentes responsables tanto de la normativa a aplicar como de la fabricación del producto hemos trabajado siempre para mejorar los niveles de iluminación y de eficiencia. Alguien podría decir que no estamos para gastar una energía cada día más cara y escasa y tendría razón, pero en nuestro sector estamos preparados para utilizar esta energía cara y escasa de manera más eficiente. Esto es y ha sido nuestro trabajo y el de nuestra saludable competencia durante mucho tiempo y la tecnología led también ayuda a ello.

En España hay amplia experiencia y grandes profesionales para poder abordar cualquier reto tecnológico y energético en el sector de la iluminación. Pero en todo este debate han aparecido nuevos actores que, encumbrados por los tres factores antes mencionados (leds+crisis+precio energía), han sabido posicionarse en el mercado con dudosos productos y falsas promesas, y si no se reconduce la situación nos podremos encontrar en un futuro no muy lejano con instalaciones de baja calidad, defectuosas desde el punto de vista luminotécnico, con falta de seguridad eléctrica y fuera de normativa.

La crisis nos puede conducir a la utilización de un producto más económico, pero hay que pensar también que en muchas ocasiones lo barato al final sale caro, y más si tenemos en cuenta que el ciclo de vida de un producto de iluminación es largo, de unos 25 años. Por lo tanto, a la hora de ahorrar, debemos contemplar que el producto que compremos consumirá energía durante mucho tiempo y deberá mantener sus condiciones originales técnicas a lo largo de toda su vida para que de verdad estemos obteniendo la mayor eficiencia.

Eso solo se conseguirá si su nivel tecnológico es premium. Por ejemplo, deberá disponer de sistemas de estanqueidad altos y probados, sistemas de respiración que nos evacuen y protejan los equipos eléctricos, contar con auxiliares eléctricos de calidad protegidos adecuadamente. Asimismo, la distribución fotométrica tiene que permanecer en el tiempo, por lo que los sistemas ópticos necesitarán disponer de sellados técnicos y comprobados, resistentes a las inclemencias climatológicas y los cambios de temperatura, tanto dentro como fuera de la luminaria.

Todos los aspectos técnicos de los productos de iluminación están recogidos bajo las certificaciones N, ENEC, Celma, etc., y deberían ser exigidas de manera constante por los prescriptores, autoridades competentes y utilizadores de productos de iluminación. De no hacerlo así, no estaríamos todos jugando con las mismas reglas y haríamos un flaco favor a la normativa desarrollada en los últimos años. Hay otros dos factores especialmente relevantes que se valoran menos de lo que se debiera: el proyecto y el diseño.

La figura del proyectista es clave. Es donde empieza la calidad y la eficiencia energética a la hora de elegir qué luminaria se va a utilizar y dónde. Y el diseño, el plan general que determina que toda la iluminación a instalar sea armónica y respetuosa con el entorno y el mobiliario urbano.

Nuestro tsunami (leds+crisis+precio energía) está amenazando este valor añadido y lo que empieza a verse ya es que se suelen cambiar unas luminarias por otras (normalmente de diseño anticuado y antiestético) como si no pasara nada, sin tener en cuenta el entorno, el buen gusto y la apariencia. Por todas estas razones, animamos a las Administraciones y a los responsables de iluminación a seguir prestando atención a todos los agentes que hay en el mercado porque no es iluminación todo lo que reluce.

Federico Arias. Vicepresidente de Indal

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