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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La inversión en I+D pierde terreno

La inversión en I+D pierde fuelle de forma realmente preocupante en España. El avance estadístico hecho público anteayer por el INE, que revela que el gasto total en esta partida cayó un 1,7% en 2010, y el exhaustivo diagnóstico anual del sector que publicó ayer la Fundación Cotec coinciden en señalar la I+D+i como un sector especialmente castigado por las políticas de austeridad, producto de la actual crisis. El dato correspondiente a 2010 supone, además, el segundo descenso consecutivo del gasto desde el año 1994 y aleja del horizonte -al menos, de momento- el ansiado objetivo de avanzar hacia un umbral de inversión por encima del 2% del PIB nacional.

A la vista de la coyuntura adversa en que está inmersa la economía española, no es descabellado pensar que estos no constituyan los dos últimos descensos en la serie histórica. Los datos del INE revelan que las dos fuentes de inversión de I+D -pública y privada- han reducido gasto, pero que el recorte ha sido especialmente drástico en el sector privado. Mientras la inversión pública ha sufrido un retroceso del 0,9%, el gasto de las empresas lo ha hecho en un 2,4%. En el primer caso, los ajustes presupuestarios que ha debido acometer la Administración para cumplir con las exigencias de recorte del déficit dictadas desde Bruselas han incidido en esta partida, como lo han hecho en muchas otras. En el segundo, hay que buscar las causas en las restricciones de acceso al crédito que en estos momentos pesan sobre las empresas del ramo, especialmente sobre las de tamaño pequeño y mediano. Ambos motivos dificultan extraordinariamente el objetivo de elevar la competitividad del sector en España y poner así los cimientos de un nuevo modelo productivo. Una meta que, a juicio de los expertos, pasa por duplicar el nivel de gasto actual y por crear una cartera de entre 40.000 y 50.000 empresas innovadoras.

Pese a que para ese viaje es imprescindible elevar el porcentaje de financiación privada en el sector, no se trata de un objetivo fácil. La Fundación Cotec reclama a las entidades financieras un esfuerzo para abrir el grifo de crédito a las empresas y acelerar así la participación del capital privado en el sistema español de I+D+i. Pero en un momento en que la actividad económica sigue bajo mínimos, la agenda del sector financiero está centrada de forma obligada en extremar la política de riesgos y en vigilar los balances. El crecimiento de la mora, unido a la dificultad para liquidar los activos inmobiliarios adjudicados y la necesidad de reforzar el capital, han forzado a las entidades a limitar el flujo de crédito tanto en cantidad como en calidad. A ello hay que sumar que, desde el punto de vista del negocio, el sector de la innovación -en especial el de la pequeña y mediana empresa emprendedora- cuenta con un nivel de riesgo considerable y un horizonte de retorno de la inversión frecuentemente diferido en el tiempo. Un nudo gordiano de intereses y necesidades que no resulta fácil deshacer.

En este escenario, y mientras no se recupere el mercado de crédito y el sector financiero sea capaz de culminar de una vez su plan de saneamiento, el papel del sector público en la I+D+i debe cobrar mucha mayor relevancia.

Entre las propuestas -razonables y posibles- que reclaman los expertos figuran medidas como incentivar la compra pública innovadora, facilitar el servicio a accesos tecnológicos o incorporar un mayor número de investigadores. Ello no debe hacer olvidar, sin embargo, que el diagnóstico sobre los lastres que impiden a la I+D+i despegar en España es complejo e incluye múltiples factores. Más allá del retroceso coyuntural de la inversión como consecuencia de la crisis, el sector ha de lidiar con males de origen estructural y, por tanto, más difíciles de resolver. Es el caso de la pobre cultura empresarial que impera en España -que frecuentemente llega hasta el extremo absurdo de estigmatizar el papel del empresario- y de las deficiencias del propio sistema educativo. Todas son distintas caras de un mismo problema: el de la falta de competitividad de la economía que hace obligado -y urgente- avanzar hacia un cambio de modelo productivo que permita al país salir de la crisis con mimbres sólidos de crecimiento.

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