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Jesús Serafín Pérez. Presidente de FIAB y vicepresidente de CEOE

"El Gobierno ha tenido poco coraje para hacer reformas"

El presidente de la Federación de Industrias de la Alimentación y Bebidas se muestra optimista ante los retos del sector, pero denuncia que las reformas de calado aún no se han acometido.

"El Gobierno ha tenido poco coraje para hacer reformas"
"El Gobierno ha tenido poco coraje para hacer reformas"

La industria de la alimentación se cuenta entre las que mejor han encarado la crisis. Su peso en la economía es clave, y no solo de puertas adentro: también supone el 15% de las exportaciones. A pesar de su buena salud, el sector está sufriendo el recorte del gasto doméstico. La alimentación, como el resto de negocios, sigue a la espera de que el consumo dé síntomas de mejoría.

¿Se vislumbra una cierta mejoría en el mercado? ¿Las reformas del Gobierno están funcionando?

Las reformas, en lo que concierne a la recuperación, ni siquiera han empezado. Se han adoptado decisiones en materia económica en relación a la deuda. Pero haciendo el símil de las empresas, una cosa es el balance y otra la cuenta de resultados. Para salvar la situación, hay que trabajar en la reforma laboral.

¿Habrá acuerdo entre patronal y sindicatos en negociación colectiva?

No estoy al día de las negociaciones. Creo que hay avances positivos, pero a estas alturas, con las actuales cifras de desempleo, todo el mundo se ha dado cuenta de que algo está fallando. Lo que es seguro es que la reforma laboral ha dejado insatisfecho a todo el mundo. Y que si no hay acuerdo en convenios colectivos, el Gobierno tendrá que tomar decisiones.

¿Cuáles son las líneas rojas marcadas por CEOE?

Nuestras condiciones pasan por que haya una flexibilización real del mercado de trabajo, un cambio radical en la ultraactividad de los convenios y, sobre todo, que trabajadores y empresarios sean capaces de adaptar las condiciones laborales a las necesidades del momento. Una empresa que crezca y tenga beneficios debe aumentar el sueldo de sus empleados, pero si pierde dinero hay que sentarse y saber qué hacer. También nos parece imprescindible reducir el absentismo laboral.

¿Qué cifras barajan respecto a esto último?

Es difícil recabar datos concretos, pero no nos equivocamos al decir que hay un millón diario de empleados que no van a trabajar. Y de ellos, unos 450.000 son absentistas profesionales o reincidentes. Esto hay que cambiarlo, y creo que en este momento al Gobierno le interesa hacerlo.

Ustedes son partidarios de vincular los salarios a la productividad. ¿Cómo se convence a un país de que debe cambiar sus costumbres?

Eso es una operación de marketing. Ha habido poco coraje político para abordar reformas de calado, que sin embargo sí existía en otras épocas, como en la de Boyer. Es muy difícil decirle a todo el mundo que hay que ganar menos para compensar la competitividad que estamos perdiendo. Al no poder tocar la divisa y tener las revisiones salariales indexadas a la inflación hemos acumulado una gran pérdida de competitividad. Y la gente lo sabe. Las medidas que vayan encaminadas a mejorar esa situación acabarán siendo aceptadas.

¿Cuál es la situación del sector de la alimentación?

Somos muy importantes para la economía española, aunque seamos menos visibles que otros. Facturamos 85.000 millones de euros y nunca pedimos nada. Solo los subsectores cárnico y lácteo superan a todo el sector automovilístico, por ejemplo. Estamos además muy presentes en el territorio, ya que absorbemos el 70% de las explotaciones agrarias, ganaderas y pesqueras.

¿Cuánto ha caído del consumo?

La gente siempre comprará alimentos y bebidas, lo que está claro es que ya no se destina el mismo presupuesto que antes. Comemos a distinto precio.

¿Cuál es el futuro del sector?

Creemos que vamos a tener liderazgos importantes a nivel internacional. India y China son los mercados más atractivos, y no podemos desatender las ayudas para abrir nuevos caminos. Francia y otros países han recortado gasto, pero no en promoción exterior. La producción de alimentos deberá duplicarse en los próximos 20 años para hacer frente al incremento de población: 2.500 millones. Los países mediterráneos, que somos un modelo en cuanto a productos, tenemos un reto histórico.

"España es blanda con las prácticas desleales"

La relación entre los productores y los distribuidores de alimentos es uno de los puntos calientes del sector al que representa la FIAB.

Dado el recorte generalizado del consumo en el país, ¿de qué resortes disponen para subir los márgenes?

Hay una presión indudable porque la distribución en este país, como en el resto de Europa, se ha ido concentrando cada vez más. Las eficiencias ahí se materializan en la capacidad que tienen los distribuidores de conseguir mejores precios de sus proveedores. A pesar de eso, la industria está resistiendo razonablemente.

¿El problema, pues, sigue centrándose en la cadena de generación hasta llegar al punto de venta?

Los desequilibrios son inevitables. En el sector convivimos 34.000 empresas, que deben pasar por el tubo de vender casi el 90% de la producción a tan solo cinco empresas. La conclusión es obvia.

¿La regulación es entonces demasiado laxa?

No hay en este momento mecanismos de control, salvo la ley de plazos comerciales. Es muy difícil para las Administraciones estructurar medidas que tiendan a regular mejor.

 

¿Se puede hablar de problemas de competencia en España?

En España ha habido una política excesivamente permisiva con las prácticas desleales, con el argumento de que en realidad era bueno para el consumidor y el IPC. Es una realidad que hay presiones, legítimas mientras no pasen la línea roja que son las prácticas desleales que afectan a la competencia.

¿Cómo se puede atajar la morosidad?

La situación es complicada, porque si una empresa denuncia retrasos, el cliente no le vuelve a comprar. Y hay empresas que tienen un solo cliente.

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