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Columna
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Un equilibrio frágil en Siria

Las potencias occidentales han condenado enérgicamente la represión brutal contra los opositores al régimen de El Assad, pero lo cierto es que, hasta la fecha, no han ido más allá de las palabras. Eso podría reflejar las dudas sobre la eficacia de las sanciones económicas. Aunque también revelaría los temores de otros países a una situación de inestabilidad política en Siria.

Es cierto que las sanciones económicas impuestas al país por EE UU no han logrado debilitar al régimen que apoya a Hezbolá, el movimiento armado chií en Líbano, o sacudir la alianza de Siria con Irán. Incluso puede haber alentado cierto sentimiento antioccidental.

Con todo, estas viejas tácticas podrían ser más eficaces ahora que el apoyo al régimen disminuye. EE UU podría endurecer las sanciones que rebajó en los últimos años. Y si Europa tomara acciones similares, podría haber un impacto real.

Occidente tiene también la capacidad de congelar los fondos y activos al presidente Bashar El Assad y los de su familia, su círculo íntimo, y los del cuadro superior del ejército y de los servicios de seguridad que son la columna vertebral del régimen.

Pero la falta de acción inmediata por parte de los Gobiernos podría ser un reflejo del temor a socavar un régimen que, aunque represivo, ha llevado cierto grado de previsibilidad a un país compuesto por diversos grupos minoritarios y religiosos.

Las sanciones también podrían hacer correr el riesgo de comprometer unas relaciones económicas cada vez más valiosas. El año pasado Siria acordó una zona de libre comercio con Turquía -miembro de la OTAN y candidato a ser miembro de la Unión Europea-, junto con Jordania y Líbano. Con tanto en juego, no es de extrañar que nadie tenga prisa por sancionar a Siria.

Una Galani

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