Las cajas españolas miran su reflejo en el espejo italiano
El ambicioso proyecto de transformación que afrontan las centenarias cajas de ahorros españolas tiene un espejo en el que mirarse. En 1990, el ministro italiano Giulio Amato impulsó una ley, bautizada para la posteridad con su nombre, con un objetivo claro: separar definitivamente en estas entidades el negocio bancario de la labor social. Profesionalizar el sector financiero. Un primer paso en una transformación cuyo recorrido llega hasta nuestros días. Los expertos consideran que el ejemplo del país transalpino supone una oportunidad para que España tome nota de las virtudes y los riesgos de esta metamorfosis.
"Aquella reestructuración, como esta, se hizo a raíz de una gravísima crisis sistémica", explica Alberto Bocchieri, que participó en el proceso italiano y trabaja ahora como socio de Neumann International. "La diferencia es que el Banco de España quiere hacer en meses lo que en aquel país ha durado décadas", apunta. Efectivamente, el calendario programado por el gobernador de la institución, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, establece el próximo septiembre como horizonte de la reforma. Solo en algunos supuestos, justificadas por los planes de salida a Bolsa, se permitirá que el proceso se alargue hasta la próxima primavera. Apenas un año, en contraste con lo acaecido en el panorama italiano. Allí, la ley Amato fue solo la primera piedra. Le siguió la Ley Consolidada de Banca, de 1993, que eliminó las restricciones regionales que se imponían a las cajas, y la ley Dini, en 1994, que permitía la entrada de capital privado. Luego, en 1998, llegó la aprobación de la normativa Ciampi, que fijaba un plazo de cinco años para que las fundaciones salieran del control de los nuevos bancos. Aún hoy no se ha conseguido del todo.
"Los dos proyectos no son iguales del todo, pero el proceso de reforma del sistema financiero que ha iniciado España concluirá como el que acometió Italia, con la desaparición de las cajas de ahorros", expone Juan Antonio Maroto, catedrático de Economía Financiera de la Universidad Complutense de Madrid. La diferencia es que si allí se obligó a convertir las cajas en fundaciones y aglutinar el negocio financiero en bancos, España se limita a incentivar dicha bancarización. "Si se constituye un banco se exige un 8% de core capital, quien quiere seguir operando como una caja tradicional tendrá que reunir un 10%. Al principio puede que alguna lo intente, pero terminarán desapareciendo, o siendo entidades marginales", apunta Joaquín Maudos", catedrático de la Universidad de Valencia e Investigador del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE).
Una de las consecuencias primordiales, coinciden los expertos, será una mayor caída del crédito al que accede la pequeña y mediana empresa. El informe Diversidad en el sector bancario europeo, actividad y papel de las cajas de ahorros, elaborado por el Centre for European Policy Studies (CEPS), señala que el proceso italiano ha derivado en que "las pymes lo tengan más crudo para obtener financiación". "Es lógico. Se acaba con la banca de proximidad. Hay sectores o localidades en las que un banco no entraría porque no es rentable. No se instalarán en un polígono industrial hasta que no sea muy activo y no abrirán sucursales en pueblos de pocos habitantes. Lo notarán colectivos como las pymes, los jubilados o los pequeños ahorradores que ya no tendrán el apoyo de las cajas", apunta Maroto.
Rentabilidad antes que obra social
"Otra gran verdad es que se va a diluir la cuantía que se destina a obra social", afirma Maudos, quien recuerda que lo prioritario será "la viabilidad de la entidad bancaria". El informe del CEPS también destaca que la reducción de firmas financieras que sufrió Italia -en España se ha pasado ya de 45 cajas a una quincena- ha restado competitividad al sector, manteniendo un coste alto para el cliente, y limitando aún más el crédito que se ofrece en situaciones de crisis. Del lado positivo, no obstante, el documento señala que las entidades resultantes han profesionalizado a su plantilla.
La cifra
21 años hace que comenzó la transformación de las cajas italianas en bancos. Aún no se da por concluida. En España debe finalizar en 12 meses.
Los directivos saldrán de la banca y la consultoría
"En Italia se acabó con la distinción entre caja de ahorros y banco", apunta el italiano Alberto Bocchieri, socio de Neumann International. "Y en España las cajas tenderán a desaparecer", vaticina. Su conversión en bancos, continúa, requerirá un cambio radical. "Estas entidades parten de un modelo semipúblico, para conseguir la inversión privada que necesitan demostrar que ya no están condicionadas por intereses espurios, políticos o locales", agrega.El experto en la búsqueda de perfiles profesionales considera que hará falta "una nueva generación de banqueros, gente capaz de afrontar la transformación cultural que necesitan las cajas, un tipo de personal que antes no necesitaron". En el caso italiano, ilustra, los nuevos perfiles salieron de la banca y de las consultoras, y cree que en España ocurrirá otro tanto. "Vendrán directivos españoles de dentro y fuera del país". "Pero autóctonos", matiza, "es difícil para un extranjero entender el concepto de las cajas". Un caso claro sería el del consejero delegado que busca Bankia. Algunas quinielas apuntan al ex número dos de BBVA, José Ignacio Goirigolzarri. "Si no es él, deberá ser otro primer espada", dice Bocchieri, que cree que al mercado hay que presentarle a alguien "que haya demostrado su capacidad ante un proyecto así".Sobre su experiencia en la reordenación de las cajas italianas, destaca su intervención en la unión del Banco de Sicilia con la caja de ahorros de dicha isla. "La fusión en un mismo territorio es la que trae más problemas. No tiene sentido. Se solapan personal, oficinas... Al final se buscaron socios en Roma", explica en un discurso que hace pensar en la unión de cajas gallegas en Novacaixagalicia o de las catalanas en Catalunya Caixa.