Cómo será el líder que viene y sus valores inevitables
Los expertos señalan la importancia de los principios para crear equipo
Carly Fiorina, ex consejera delegada de Hewlett-Packard, echó un pulso con el cofundador de la empresa Walter Hewlett por la compra de la sociedad Compaq Computers, lo que llevó a una situación insostenible a la empresa y, sobre todo, afectó a la moral de los trabajadores por la filtración de los bonos millonarios que la directora supuestamente quería embolsarse mientras intentaba suprimir 15.000 empleos. Este es un ejemplo de los antivalores a los que se refiere Rafael de Ramón, ex director general de recursos humanos de Saint-Gobain, en la monografía Liderazgo, motor del cambio, elaborada para el Centro Superior de la Defensa Nacional (Ceseden) y presentada la semana pasada en Madrid.
"El liderazgo ha de tener en cuenta la ética y los valores. ¿Y por qué el líder es el motor del cambio? A nadie se le escapa que estamos inmersos en una profunda incertidumbre. Más allá de la crisis económica de los últimos años, nos vemos en la imperiosa necesidad de reinventar nuestros sistemas", explica Pilar Jericó, directora general de Be-Up y jefa del grupo de trabajo que ha preparado la publicación.
"La tecnología está cambiando la sociedad, mucho más que la crisis. El líder será el que pueda afrontar ese cambio. Si se quieren modificar las estructuras hay que empezar por el liderazgo", explica esta consultora sobre cómo debe ser el líder del presente cercano. "Debe tener el cambio como algo innato, no luchar contra él, porque la época anterior, la de bonanza económica, no va a volver".
Aunque De Ramón advierte: "Todo el mundo busca a los líderes para saber cómo se sale de la crisis. Pero es peligroso buscarlos así, porque en este cortoplacismo a veces surgen antivalores que la gente acepta, como el engaño, la soberbia o la codicia. Esto puede llevar a la catástrofe a las empresas", advierte.
Kenneth Lay, máximo ejecutivo de la extinta Enron, es para este directivo otro caso de comportamiento poco ético, ya que se desprendía de las acciones de una empresa que se encaminaba a la quiebra mientras daba clases magistrales sobre oportunidades a sus empleados.
"Como persona se sustenta en unos valores universales que materializan su estabilidad y armonía interna, como base para ejercer el liderazgo", sostiene De Ramón. Frente a los antivalores, propone tres principios básicos: la honradez, la libertad y el respeto.
Sobre la libertad, este ejecutivo afirma que el guía de una empresa debe ser capaz de admitir a sus liderados seguir su camino o no, pues en caso contrario se convierte en un dictador. Para conseguirlo, debe conocer el significado de tener "la humildad y la sencillez de escuchar, sentir, notar a esas personas que en cierta manera van a depender de él".
Los valores éticos son fundamentales. Marcos Urarte, presidente del grupo Pharos, lo justifica extensamente en este libro con el caso de Hitler: "No basta con que una persona arrastre a otros para que se le pueda calificar directamente como líder. Sería, si solo se limitase a eso, un agitador de masas. Es más, en algunos casos, ni siquiera podría ser calificado de alborotador, sino más bien de peligroso espécimen, pues daña a quienes se dejan embaucar por sus propuestas".
"No hay proyecto a largo plazo sin compromiso. La organización está por encima de los líderes", confirma Rafael Cabarcos, director general de recursos humanos del Grupo PRISA (editor de CincoDías), para quien es fundamental que las compañías dispongan de una misión y reglas de juego como marco de referencia para fomentar el desarrollo profesional corporativo. "La organización debe estar estructurada en torno a valores y su liderazgo debe ser una consecuencia de la expresión de esos valores", señala. Por tanto, la persona ejemplar no solo debe trasladar la forma en que se han de hacer las cosas, sino por qué se hacen. "Da sentido, motivo, a la acción. Al factor clave, el factor emocional de las personas, se llega a través de la congruencia entre las palabras y los actos".
Serán ejecutivos cercanos, responsables, coherentes y que dan ejemplo con sus hechos y no solo con sus palabras, dice Jericó.
Esta consultora considera, además, que esta figura se puede crear en una factoría interna de las empresas para que cada directivo, e incluso cada empleado, ejerza como líder en su ámbito de trabajo.
Una tarea pendiente en el Ejército
Las fuerzas armadas, con más 80.000 miembros, también se ha preguntado cómo deben ser sus mandos, que deben encargarse de intervenciones extremas, como la actual en Libia. Por eso, desde el Ceseden se encargó esta publicación, que sirva para abrir el debate."En situaciones extremas hay conflicto, hay ruptura. El líder traza puentes", cree el general Francisco José Gan, director de la Academia General Militar."Tenemos que adaptar nuestra cultura y sí, tenemos que adaptar también nuestro estilo de liderazgo", reconoce el capitán de fragata y profesor Saturnino Suanzes, para el que el liderazgo militar es una asignatura pendiente, que se confunde con el mando. Además, opina que en la actualidad, a diferencia de lo que ha sucedido en la historia, las fuerzas armadas importan las experiencias y el aprendizaje de la sociedad y de las empresas. "Es necesario construir un modelo moderno y coherente con el actual escenario social y estratégico" y es una asignatura necesaria en la formación de los militares.Por su parte, Gan recomienda "contar con flexibilidad y adaptación ante una realidad cambiante". Para elegir un equipo, el general asegura que lo primero es seleccionar buenas personas, antes que competentes, saber y poder trabajar en grupo, tener fortaleza de carácter y buscar personas resilentes, "que se caen y se levantan una y otra vez".Por eso ve al dirigente como "competente, no carismático"; siendo ejemplo, "porque hay que hacer lo que se espera que se haga"; y humilde, "porque los demás deben verse reflejados".