La equivocada lección de Ghosn
Carlos Ghosn, presidente y consejero delegado de Renault, ha aparecido en televisión para disculparse, efusivamente, por disparar equivocadamente a tres altos ejecutivos de la compañía acusados hace dos meses de espionaje. Resultó que los cargos eran falsos, fabricados por un detective a sueldo que se aprovechó de la credibilidad de los gestores de Renault. Ghosn ha rechazado la dimisión del director de operaciones, porque no quería añadir una crisis a otra. El consejo de la compañía aparentemente estuvo de acuerdo. Cuando estalló el escándalo, se insinuó que China era la fuerza oscura detrás de la empresa de espionaje que filtró el caso a la prensa. Y un desventurado ministro de industria francés fue más lejos al afirmar que hablar de "guerra empresarial" no era una exageración.
No es que Ghosn y su número dos, Patrick Pélata, estuvieran vagamente implicados. Pélata siguió la investigación falsa día a día, y Ghosn estaba convencido de que los cargos eran sustanciales. Públicamente, incluso insistió en que estaba supervisando el asunto, como para dar credibilidad a las acusaciones. Ahora Ghosn insinúa que Renault fue una víctima -presa fácil para estafadores sin escrúpulos que explotaron a la compañía por unos pocos cientos de miles de euros-. Pero el escándalo también ha revelado la incompetencia y una grave paranoia corporativa en los escalones más altos de Renault. ¿Qué pasó con la presunción de inocencia o la importancia de un juicio justo? Renault podría haber comenzado por dar a los ejecutivos la oportunidad de responder a las acusaciones.
Ghosn debería haber aceptado la renuncia de Pélata, o que alguna autoridad aceptara responsabilidades. Solo los subordinados pagarán las consecuencias. Y la oferta de Renault para volver a contratar a los tres y "restaurar su honor" suena hueco. Al menos, el consejo de la compañía debería sopesar dejar que Ghosn continúe en su doble papel de jefe de Renault y Nissan. Parece que el hombre top necesita un pequeño descanso.
Pierre Briançon